EL ARCHIVO HISTÓRICO DE CARACAS. Una Joya Patrimonial.
Así como Caracas la han cortejado con
lindos piropos desde su adolescencia, como el que le profirió su primer
historiador, José de Oviedo y Baños, cuando la definió: La Ciudad de la Eterna
Primavera; el archivo histórico que guarda sus recuerdos desde su más
tierna infancia, también ha sido objeto de cumplidos en todo momento por
quienes apreciamos su invalorable importancia. Quien a mi juicio llegó a
precisar mejor con una expresión de síntesis este aprecio por el archivo, fue
el Dr. Juan Ernesto Montenegro, penúltimo Cronista de la Ciudad, cuando lo
calificó de Joya Patrimonial.
Pese a estas manifestaciones positivas de
valoración, el archivo histórico de la ciudad siempre ha tenido detractores y en
consecuencia muchas tribulaciones; sobre todo cuando el ayuntamiento capitalino
comenzó su vida de paria en los turbulentos años de la vida republicana, debido
a la inestabilidad política que devino por fuerza, dejando secuelas en la
protección de su patrimonio documental, bien sea por el descuido manifiesto de
las autoridades, o bien cuando aplicaban medidas organizativas en la
arquitectura del poder municipal o provincial, que lo afectó sustancialmente. En
este sentido, he de referirme, a los inadecuados sitios utilizados para guardar
los documentos que había atesorado el ayuntamiento desde los tempranos tiempos
de la ciudad hasta el último tercio del siglo XIX; para luego hacer referencia las
medidas políticas que dieron con el establecimiento del Distrito Federal en
1863 y sus desacertadas actuaciones respecto a la municipalidad de Caracas y
particularmente su archivo histórico.
Más efectos negativos a que los que
pudo causar los antidiluviales tiempos coloniales al archivo histórico, resultaron
los daños provocados por las recurrentes mudanzas a la que fue sometido su
corpus documental, cuando la municipalidad se vio en la necesidad de encontrar
casa en alquiler para instalarse y cumplir con sus obligaciones concejiles,
después de haber perdido su vieja sede de la esquina de Principal con el terremoto
de 1812. De este último drama me ocupo con una investigación en curso, que dará
cuenta de las sedes que tuvo el ayuntamiento de Caracas a lo largo de su
historia; pero en todo caso, de ello justamente viene la certeza de conocer en
parte, los estragos que causaba dicha “trashumancia” a los documentos
históricos en custodia de la municipalidad.
No siempre los traslados del ayuntamiento a nuevas
sedes en Caracas, tras alquilar casas, por ejemplo, contempló la custodia de
todo el archivo histórico de manera permanente. Las llamadas rentas municipales
de Caracas, encargada del cobro de impuestos y del pago de las inversiones del
presupuesto que la municipalidad manejaba para la ciudad, cargaba
particularmente a rastras con buena parte de los documentos del archivo
histórico en locales distintos a la sede municipal; es decir, la memoria
histórica partida en dos aguas, sin prestarle el más mínimo de los cuidados que
lo protegieran de los elementos; es decir, la lluvia, la humedad y la
intemperie a las que estaban expuestos, por no mencionar el traspapelo de
expedientes y sustracción de documentos importantes. En este sentido, dicho
organismo administrativo, por ejemplo, unas veces lo encontramos al lado del
concejo municipal en la esquina de San Mauricio; pero poco después está situado
en un mugriento edificio en el mercado de San Jacinto, para luego pasar a la
esquina de Las Gradillas al agonizar el siglo XIX, que es cuando le perdemos el
rastro que aún estamos empecinados en encontrar para atar los cabos sueltos que
persisten, y así esclarecer muchos asuntos relacionados con el archivo
municipal hundidos en el enigma.
La creación del Distrito Federal en
1863, no supuso solventar los problemas de custodia y conservación del archivo
histórico en manos de las autoridades de las rentas municipales. Por lo que
conocemos, el ayuntamiento propiamente dicho, nunca al parecer se desprendió de
la colección más valiosa del archivo formada por los libros de acuerdo de la
institución, mejor conocidos como las actas del cabildo que cubre todo el
periodo de actuación política e histórica del ayuntamiento en la ciudad; pero
con relación al resto de la invaluable documentación que había generado tras
varios siglos de gestión, continuaba en las negligentes manos de las rentas
municipales como quedó dicho. Todo ello lo extraemos de la obligante tarea exigida
al secretario municipal de realizar un pormenorizado inventario de los bienes
del común, del cual formaban parte los libros de acuerdo o actas del cabildo,
que se encontraban en su custodia por expreso encargo de la municipalidad del
distrito federal. En 1910 con motivo de la celebración del Centenario de la
Independencia, el ayuntamiento acordó la transcripción de los libros de actas
de la institución desde su fecha más antigua, pero ello debió esperar hasta 1943
cuando se acuerda nuevamente realizar esta misma tarea, ahora en alusión al Centenario
del traslado de los restos mortales del Libertador Simón Bolívar a su ciudad
natal. Fue a partir de 1910 cuando el archivo histórico propiamente dicho, es
objeto de atenciones por parte de las autoridades municipales y distritales,
adquiriendo mobiliario y una oficina distinta a la ocupada por el secretario municipal
para el resguardo, no tan solo de los libros de acuerdo, sino parte de la
documentación complementaria que había estado al supuesto cuidado de las rentas
municipales, luego de perder el rango de dependencia cuasi autonómica del
concejo municipal.
Sin lugar a dudas que la hora estelar
del archivo histórico se concreta cuando el concejo municipal sanciona en
diciembre de 1944 la Ordenanza sobre Defensa del Patrimonio Histórico y
Cultural de la Ciudad de Caracas y crea el cargo de Cronista Oficial de la
Ciudad, cuya finalidad es justamente, el de proteger el archivo histórico realizando
concienzudos estudios para el conocimiento y la divulgación del pasado de la
ciudad a la luz de los documentos resguardados en el archivo. En adelante el
responsable de su salud será el Cronista de la Ciudad, pero esta labor pese al
denodado esfuerzo puesto, no estará exenta de dificultades casi insalvables por
el escaso apoyo que le prestaron las mismas autoridades al cronista. En todo el
siglo XX, sólo en momentos muy específicos se puede hablar de atenciones. En
1910 como ya comentamos y durante los años del régimen perigimenista, cuando se
remodeló lo que hoy conocemos como el Palacio Municipal y que contempló un
local y nuevo mobiliario especial para el archivo y personal técnico en
paleografía a disposición desde luego del cronista de la ciudad. En la actual
centuria, acometió su protección el entonces alcalde Freddy Bernal, luego de concederle
una entrevista al suscrito de estas líneas, para tratar lo relacionadas con el
archivo histórico. El resultado fue un decreto que apuntaba a su protección (N°
348 del 24 de septiembre de 2008); un majestuoso local en el anexo del Palacio
Municipal y dotación de un moderno archimovil para el traslado de buena parte
de los documentos que estaban en la antigua oficina del cronista en vitrinas de
acero especialmente hechas para el archivo a prueba de fuego en los referidos
años cincuenta del pasado siglo XX. Allí con la sola excepción de los libros de
actas, fue trasladado y organizado los documentos complementarios de nuestro
archivo, además de una nueva colección documental que denominamos Gestión
Administrativa, siglo XIX, la cual está conformada por diversas secciones documentales,
como: parroquias, empleos municipales, oficios artesanales, rentas municipales,
casas de alquiler, cantón La Guaira, cantón Caracas, obras públicas, fiestas públicas,
papeles sueltos, Teresa Carreño y el archivo fotográfico, etc. Esta labor que
reclamó un exhaustivo trabajo de expurgo y organización documental que se
realizó durante mi gestión de cronista.
Mención especial merece la Ordenanza
sobre el Archivo Histórico Municipal de Caracas, que es la primera de su
naturaleza en el país, siendo aprobada por el Concejo Municipal la fecha 9 de
febrero de 2015 (G.M. N° 3904). Este
indispensable y novedoso instrumento legislativo, se hizo posible gracias a la
insistencia del Cronista de la Ciudad por proveer al archivo histórico de
criterios modernos en archivología y sustraerlo así de los ya envejecidos conceptos
que, sobre el particular, contiene la ordenanza vigente sobre Patrimonio
Histórico (1992), pues de alguna manera comprometían su misma utilidad. Mi
argumento era y sigue siendo que las instituciones deben evolucionar y
especializarse, y en este sentido, el Archivo Histórico de Caracas era una
deuda pendiente que debía atenderse con idoneidad y profesionalismo. No voy a
entrar a detallar las testaduras reticencias que manifestaron ciertos
concejales que deseaban ideologizar este proyecto con ayuda de gente extraña e
inopinada en la materia; baste aquí con decir que por esta razón,a la fecha
(2018) y pese a mi insistencia, no fuese ejecutada la ordenanza por no haberme
provisto las autoridades municipales de los recursos económicos indispensables
que reclamaba la nueva estructura y funcionamiento del Archivo Histórico. Es
obvio que el Cronista de la Ciudad debía estar privado de su legítima autoridad
que le confería tanto la nueva ordenanza como la que regía sus funciones (1992)
Pese a ello, cuando menos encontré un
acto de justicia del azar cuando por esos años los “genios” que buscaban
radicalizar el propósito de la Ordenanza del Archivo Histórico desde la
Comisión de Cultura, recibieron “un no a lugar” de aprobar un enrevesado y
enigmático proyecto de acuerdo, complementario a la ordenanza, supuestamente defensor
“de las raíces propias y autóctonas de nuestros guerreros antepasados (sic)
aborígenes y pobladores originarios, mostrando así a la fecha un dominio
extranjero sobre la ciudad de Caracas, lo cual atenta contra nuestro bien más
preciado La independencia, Libertad y Soberanía de nuestro pueblo.” El punto
que es digno de mención, es cuando en uno de los articulados finales del
frustrado acuerdo, se pretendía “ungirlo” de revolucionario radical en unos
insólitos términos, que alguien se percató que sería un horror y no un error,
aprobarlo. Dice así:
“Acuerda: Recoger, ordenar y engavetar
en museos o archivos personales, individuales o particulares, toda
documentación, comunicación, señalización e identificación que haga alusión a
la colonia y conquista de nuestro pueblo, negando nuestras raíces culturales”
Desafortunadamente desde
el 2018 cuando se procedió a jubilar ilegalmente al Cronista de la Ciudad, se
han reavivado las siniestras amenazas contra la Joya Patrimonial de nuestro legado
histórico. Ahora se pretende trasladar todo su corpus documental al Archivo
General de la Nación y concretar de esta forma una extraña e ignominiosa
confiscación perpetrada desde adentro; es decir, urdida por las propias autoridades
del poder municipal. Todo se reduce a una monumental ignorancia y una frenética
obsesión, sólo comparable a la fe de un poseso, por intentar contaminar con la
ideología “comunal” la historia de Caracas, con la obvia dificultad de no poder
conciliar los propósitos de sus supuestas ideas redentoras, con la “oprobiosa”
colonia y la contradictoria república. La historia de la ciudad quedaría reducida
a la siguiente ecuación: pueblos autóctonos originarios, liberados por algunos
impolutos héroes republicanos y “visibilizados” recientemente por la revolución
bolivariana. Todo lo demás no sirve, de modo que este es el “aporte” que, desde
el poder municipal de Caracas, se le estaría dando a la nueva historia oficial,
por no mencionar a su terca o tozuda obstinación de cambiar los símbolos históricos
de la ciudad, o sea su escudo, pendón e himno. Ahora deberemos reverenciar
enigmáticas figuras asociadas con el ocultismo, pretendidamente auténtico por
ser la esencia de la verdad que esconde el pasado de Caracas. Ya cuando menos,
vanamente, se busca ocultar nuestra Joya Patrimonial en el Archivo General de la Nación con baladíes
pretextos revolucionarios y nigrománticos. Me pregunto, ¿dónde acudiremos
cuando tengamos la necesidad de conocer más sobre la verdad de la historia de
la ciudad?
Los cuatrocientos cincuenta y dos años de
existencia vital que tiene la ciudad de Caracas, es imposible conocer si no
dispone del invaluable archivo histórico que los caraqueños hemos conservado
desde el mismo origen de la ciudad capital. No se puede prescindir de esta
premisa, axioma o condición. El oficio del historiador se justifica plenamente
cuando busca con rigor de método la verdad del pasado que estudia y está
oculto, pero a la vista de todos, en las fuentes documentales que dan cuenta de
él. La labor y responsabilidad de las instituciones públicaS y privadas consiste
en preservar todo el legado documental que genera o le es legada. El caso del
Concejo Municipal de Caracas (Libertador), ahora contradice tales principios
arguyendo consignas revolucionarias y pretendiendo con ellas reemplazar el
conocimiento científico y humanista que tenemos y seguiremos teniendo sobre el
pasado de la ciudad de Caracas.
Ordenanza del archivo histórico municipal de Caracas
Ordenanza del archivo histórico municipal de Caracas
Por Guillermo Durand G.
Cronista de Caracas.