EL ESCUDO DE CARACAS Y LOS ASECHOS DEL PODER
En vísperas del año de 1967 cuando la
ciudad preparaba los faustos por sus cuatro siglos de existencia, las
autoridades inauguraron en los puntos de entrada a la capital, sendos escudos
de Caracas precedidos por la figura de su león rampante, sosteniendo con sus
garras una concha en cuyo interior está la simbólica Cruz de Santiago. Este
escudo representa la historia de Caracas y la del cabildo durante el periodo
del régimen colonial hasta la aparición de la república. Por mera coincidencia,
ese blasón de la identidad caraqueña, fue instituido por el primer
representante de la estirpe de los Bolívar, el llamado Simón “El Viejo”, cuando
solicitó al Rey Felipe II en 1591, a nombre del Ayuntamiento, autorización para
que a la ciudad usara su escudo de armas con la distintiva inscripción de “Muy
Noble y Leal Cuidad.” Ya Para entonces, el cabildo de Caracas venía haciendo empleo
del escudo como insignia de su poder en los sellos y empuñaduras de las varas
de justicias de sus alcaldes, regidores, fiel ejecutor y demás funcionarios de
la alcurnia cabildante. En muchas obras públicas, así como en ciertas fachadas
de casas particulares, se veía incrustado el blasón de Caracas que advertía la
autoridad y simbolizaba el respeto y orgullo de sus habitantes que, por alguna
razón, nunca llamaron a su ciudad Santiago de León, sino Caracas a secas.
Luego de los sucesos del 19 de abril de 1810 y
hasta la creación de la Gran Colombia en 1821, el escudo de Caracas permaneció
intacto por la presencia del poder real en la capital durante buena parte de aquellos
años. La primera república, no obstante, nos dice Enrique Bernardo Núñez, tomó el
león como el icono de su representación, atendiendo a que este antiguo símbolo
de poder de la municipalidad, permitió el establecimiento de la Junta Suprema
de Caracas, como paso previo a la Declaración de Independencia de Venezuela.
Será sólo después de la desaparición de la República de Colombia en 1830, cuando
el escudo de Caracas comience paulatinamente su desconexión con el recuerdo de
los caraqueños, pese a los apresurados esfuerzos de algunos munícipes en 1842
que se empeñaron en deshacerse de todo vestigio del histórico escudo de armas
de Caracas, con pretexto de representar una supuesta ofensa a la república, sin
embargo, por doquier, dichos vestigios siguieron intactos y a la vista de las
nuevas generaciones que se mostraban un tanto indiferentes ante la presencia de
aquellos signos históricos. En la celebración del Centenario del Nacimiento del
Libertador en 1883, el Dr. Arístides Rojas, desempolvó el viejo pendón colonial
con el escudo de armas de la ciudad y lo exhibió con la ayuda del gremio de sastre
por las calles de Caracas. Concluido el evento, los pendones siguieron en
custodia en el Museo Bolivariano hasta que son devueltos al Ayuntamiento en
1952 por gestión directa del Cronista de la Ciudad Enrique Bernardo Núñez,
luego de haberlo rescatado de la postración con un excelente estudio en 1947.[1]
Para entonces, el escudo de la ciudad se había relegitimado, por así decir, en
la conciencia histórica de los caraqueños, lo que le hacía exhibirse orgullosamente
en todas las oficinas públicas de la capital y contar con una ordenanza que
regulaba su uso. En las palabras del presidente del Concejo Municipal, Dr.
Horacio Guerrero Gori, alusivas a la devolución de los pendones con el escudo
de armas de Caracas al refeccionado Palacio Municipal en 1952, señaló entre
otras cosas:
“…dichas insignias deben venir de
nuevo al seno del Ayuntamiento, ahora que la sede del Concejo Municipal está
renovada en forma que pueda dar digno alojamiento a tales pendones. No se
trata, desde luego, de querer traer aquí un emblema del Poder Colonial; es que
estos pendones, como todos los símbolos municipales de la colonia, representan
al mismo tiempo que el Poder Real, la Soberanía Municipal, diríamos mejor, la Soberanía Comunal, que era una institución, de las más valiosas del antiguo
derecho español y que constituía precisamente uno de los contrapesos más
efectivos del Poder absoluto del Monarca.”[2]
El concepto de soberanía comunal
parece haber cambiado de significado con la llegada de la llamada revolución
bolivariana. No se trata ahora de servir de contrapeso al poder absoluto, ahora
ella es por sí misma, supuestamente, la emanación de tal poder. Él es “Omnisciente
y Omnipresente,” y por tanto tiene la potestad de cambiar el pasado, a los
fines de “resarcir”, según sus ideólogos, a los pobres que fueron “condenados”
a la execración de la historia por los lacayos al servicio del capitalismo
burgués. Las castas de indios, negros y pardos de la colonia, que pasaron a
convertirse en los pobres descamisados de la república, según parece tienen un
lugar protagónico en el pasado heroico de la ciudad, del cual dará cuenta la
revolución, desconociendo, inhabilitando y destruyendo de un plumazo o un
decreto, todo aquello que resulte o esté bajo sospecha de haber incurrido en
esas supuestas acciones de “lesa humanidad” contra los “invisibilizados”. La
sorpresa es que uno de los inculpados es el león de Caracas, o para ser más
preciso, el Escudo de Armas de la Ciudad.
Es obvio que lo que asecha y arremete
contra el pasado y las tradiciones de Caracas, no son historiadores de oficio.
Lo más indulgente que se puede decir críticamente de estos ideólogos de nuevo
cuño, es que se trata de una secta ocultista, como inspirada en la “Sociedad de
Estudio para la Historia Antigua del Espíritu,” que sirvió al nazismo para
revisar el pasado alemán a partir de 1935 y que se conoció como Ahnenerbe. No
entraré en consideraciones sobre el horrible experimento nacional socialista,
pero basta decir aquí que se trató de crear una nueva religión a expensas del
cristianismo. Me da la impresión que existe una suerte de mimetismo de este
Ahnenerbe que intenta replicar la revolución chavista en el caso de Caracas,
pero muy especialmente en los actuales momentos, donde emerge ese leviatán que
busca engullirse la verdad de la historia, buena o mala, y hacer una versión
única por más fantasiosa y absurda que pueda resultar para la más elemental
conciencia histórica de los caraqueños. Me pregunto si esa es la razón por la
cual, no hagan mención a la existencia del Escudo de Armas de la ciudad de La
Habana, que sobrevivió inmaculado a la tardía independencia de Cuba en 1902 y
luego a la Revolución fidelista de 1959. No me extrañaría, en todo caso, que lo
ignoren.
Los ruidos comenzaron por el año 2008
cuando el Alcalde Metropolitano para entonces Juan Barreto, y un equipo
coordinado por una “experta” en asuntos históricos, esparcieron a los cuatro
vientos que en Caracas el 25 de julio “no
había nada que celebrase”. Con ello no sólo intentaban poner en cuestión la
fecha tradicional de fundación de la ciudad, también el festejo del Dia de
Caracas y otros símbolos y hechos históricos de importancia, donde se incluía,
claro está, el Escudo de Armas y su Himno. No concretaron sus amenazas por
falta de recursos económicos o apoyo del poder político, pues de ellos tenían
de sobra. Lo que escaseo fue la honestidad, el talento y un conocimiento de
cómo se ejerce el oficio de historiador de forma crítica, vale decir científico,
esto último absolutamente inviable, si no se posee ética y la capacidad de
pensar con racionalidad. Debo reconocer que en aquellos momentos aciagos, el
Alcalde Freddy Bernal y el Presidente de Fundarte, Oscar Acosta, me brindaron un
encomiable apoyo sin el cual no hubiese sobrevivido en mis intentos de defender
como Cronista, la historia de la ciudad y sus tradiciones, que fueron objeto en
esa oportunidad, de la iracunda y desmedida arremetida de la Alcaldía Mayor,
centrada en sembrar desasosiego y confusión en los caraqueños con estrambóticas
declaraciones y planes rocambolescos que decían tener para la historia de
Caracas, sólo con el propósito de ganar, pienso, protagonismo y “notoriedad” en
las esferas del poder político, nunca en el mundo académico.
Ahora las cosas parecen distintas
dado al grado de virulencia como vienen implementándose los cambios. El Cronista de la Ciudad fue despojado
de su cargo forzando o disimulando así una ausencia absoluta con una ilegal
jubilación, que nunca en los tres cuartos de siglo de existencia de este
honroso cargo, fue aplicada a un cronista en ejercicio de sus funciones en
Caracas. El cargo es de carácter
permanente y sólo los casos de inhabilitación física o mental, la renuncia o el
fallecimiento, pueden ser causa para que el Concejo Municipal pueda designar un
sustituto, siempre que llene los requisitos de ley. Sin el estorbo de un obediente
Cronista de la Ciudad, se despeja el camino para proceder a instalar el proyecto
“comunitario” revisionista del pasado caraqueño. Viene ahora la una nueva
Ordenanza de Cronista, que no será de Caracas, tampoco municipal como dice la
ley, sino comunitario. Este tendrá el infructuoso trabajo de adulterar la
verdad de la historia de Caracas que se ha venido tejiendo, por decir poco,
desde 1723 cuando Oviedo y Baños, el primer historiador de la ciudad, se
encargó de escribir y editar su obra Historia
de la Conquista y Poblamiento de la Provincia de Caracas; todos los
trabajos de los costumbristas del siglo XIX y los cronistas oficiosos que
pulularon en la ciudad en la centuria pasada. En fin los perpetradores de este
plan, deberá afanarse arando en el mar para ocultar la verdad del pasado
caraqueño y suplantarla con una versión propia del ocultismo protohistórico. El supuesto resarcimiento de los
“invisibilizados” no parece tener futuro ni asidero, pues sus “redentores” buscan
inútilmente inocular mentiras desde la Alcaldía de Libertador y otras
instancias que actúan solapadamente, para arrasar con los iconos culturales e históricos
de los caraqueños, que están probadamente arraigados en su conciencia histórica,
como es el caso del león principal símbolo de su Escudo de Armas.
Podrán desde la arrogancia y la
arbitrariedad del poder, saturar a la ciudad con estatuas, monumentos, placas y
decretos alusivas a figuras y nombres de la llamada “Caracas Insurgente”, sin
que puedan evitar la indiferencia de los caraqueños, ante esos nuevos mensajes
ideológicos inspirados en la hipocresía y aludiendo a supuestas deidades
indígenas emanadas de mitos desconocidos; a entidades mágico-religiosas
vinculadas a supuestas cumbes de negros cimarrones liderada por irredentas figuras que nunca existieron; así como
también, referirse a “hechos memorables”
atribuidos imaginariamente a pardos y pardas invisibilizados, como les place
decir. Sin embargo, nuestros referentes históricos seguirán siendo los símbolos,
hechos y sucesos tradicionales que han fraguado, moldeado y acrisolado la
identidad de la ciudad en estos cuatro y medio siglo de compleja, pero a la vez,
inolvidable historia que ha estado bajo la fiera y atenta mirada del León
Rampante de su Escudo de Armas. Cierto es que hoy han mancillado su honor al
desmontarlo del digno sitial que ocupaba en la Sala de Sesiones del
Concejo Municipal del Municipio Bolivariano Libertador; de su pedestal en
la autopista Valle-Coche al Sur Oeste de la ciudad, intentando inútilmente
sustituir su historicidad en nuestra memoria histórica, colocando en dicho
pedestal la estatua de una supuesta deidad llamada Apacuana que “ofrendó” su
vida en tiempos de la conquista de Caracas. Seguramente harán lo propio con los
leones que ornamentan el túnel de la Autopista Caracas- La Guaira, y seguirá la
misma suerte la hermosa y rutilante Plaza
de los Leones del Palacio Municipal,
o los que ornamentan el afamado puente
en El Paraíso; pero no podrán evitar las emociones de
los acelerados corazones de los caraqueños,
cuando al escuchar los acordes del Himno
de Caracas, y en una sola voz, entonen las bellas estrofas y sublimes
metáforas que son un sincero sentimiento de amor por la ciudad y todos sus
símbolos históricos, ajenos
y divisiones como los que
pretenden sembrarse en esta sufrida pero orgullosa Caracas: He aquí su letra
letra:
I
Ciudad primaveral,
Valle de sol, canto de paz
Voz de rebelión
y cuna de la libertad.
II
La cruz de su
pendón pueblo mestizo
Y flor de lis
como un león un
día de abril
Prendió la llama
del crisol.
III
La fe, como
guardián del cabildante corazón
vio la libertad
que se asomó desde el balcón.
IV
El gran
acontecer de jueves santo se vistió
y el grito de
revolución fue como un nuevo amanecer
V
Y la barbarie
sucumbió
Bajo la luz de
la razón.
VI
Porque Caracas
el ejemplo dio
Bajo el amparo
del Señor
VII
Santiago de León
tierra del indio
Y la neblina que
el Ávila ciñó en el
blasón de la
heredad.
VIII
Caracas colonial
la cuna del Libertador
Será siempre
orgullo del país por su heroísmo y su valor. Coro. Y su pueblo será estandarte
de honor.
Plaza de los
leones del Palacio Municipal de Caracas, inaugurada con motivo del
Sesquicentenario de la Independencia de Venezuela en 1960. Desde 1594 los
leones fueron los símbolos representativos del Escudo de Armas de Caracas junto
con la Cruz de Santiago.
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