EL DILEMA DE CARACAS EN LOS TIEMPOS RECIENTES: NUEVOS PARADIGMAS IDEOLÓGICOS DE LA HISTORIA DE LA CIUDAD Y LOS ASECHOS DEL PODER
Caracas en el curso del siglo XX y lo
que va del presente ha pasado de una dinámica histórica caracterizada por una
gran expansión de su capitalidad, a una acelerada contracción negadora de ese
despegue. Concretada dicha expansión en la segunda mitad del pasado siglo, en una
próspera y sostenida modernidad que alcanzó el mayor crecimiento urbano-estructural
y poblacional de su historia, hoy la acción negadora a esa dinámica , no
solamente compromete en términos muy negativos todos los esfuerzos que invirtió
el Estado Venezolano y la misma sociedad en hacer de Caracas una de las mejores
ciudades cosmopolitas del continente suramericano; también afecta de manera
alarmante, casi todo el legado de su pasado histórico a través de una propuesta
de “nuevos” paradigmas altamente contaminados de ideología revolucionaria, que
buscan violenta y sistemáticamente desde la instancias del poder político y de
gobierno, mostrar que el pasado conocido de la ciudad, desde el punto de vista
historiográfico, no es expresión de un conocimiento confiable como se reputaba,
sino un “ocultamiento” de la verdad histórica que segregó intencionalmente, el
supuesto protagonismo de un pueblo “invisibilizado”.
En este sentido, tal propuesta no sólo intenta sustituir lo más relevante y
conocido por nuestra historia escrita sobre Caracas desde que su primer historiador, José de Oviedo y
Baños, publicará en 1723 su afamada obra Historia de la Conquista y
Poblamiento de la Provincia de Venezuela, sino que también trata sustanciar
su alocada propuesta, con fuentes documentales que no reflejan ese manido y
falso criterio oficialista de desconocer el esfuerzo de cientos de
historiadores que, cuando menos, desde el siglo XIX, han conformado el legado
de esa tradición historiográfica relacionado con la ciudad de Caracas en los
más variopintos temas y escenarios.
Otro aspecto importante a destacar, es la
obstinada o terca insistencia de erradicar los símbolos históricos
patrimoniales de la ciudad (Escudo, Pendón e Himno y el emblemático
Día de Caracas), alegando que son signos y celebraciones que exaltan el
colonialismo español que no representan a la patria y la ciudad de Caracas. Es
así como esta propuesta, viene implementando desde la década pasada, una
política de forzar la acuñación de esos nuevos y supuestos valores o verdades
históricas vinculados a los llamados pueblos originarios y los negros
esclavos, haciendo surgir de éstos, desconocidas “deidades” que combatieron
el imperio colonialista hasta lograr la independencia. Con este propósito
que anula sin lugar a dudas el origen mestizo de nuestra sociedad, es que
se intenta justificar la nueva historia y la inhumación los símbolos
históricos patrimoniales de la ciudad de Caracas, y en su lugar proponer otros
paradigmas que encuentran sólo la indiferencia de los caraqueños,
al no tener tal propuesta, ninguna conexión con su conciencia histórica e
identidad como pueblo. Queda claro que, con tales propósitos “irreverentes”, toda
la legislación municipal y nacional que protegían dicha simbología, se ha ido
desmontando con acciones e instrumentos jurídicos paralelos, comenzando desde
luego con el ilegal cambio del Cronista de la Ciudad por otro que
responda obedientemente con esos intereses ideológicos de imponer la llamada “historia
insurgente”. Quien suscribe estas líneas, piensa que todos estos
intentos sólo están llamados al fracaso por sus inconsistencias de origen,
y al hecho que la historia de Caracas, justamente, también es expresión de una
conciencia histórica cuyos valores están sólidamente fraguados en el sentir
y percepción que tienen los caraqueños de su ciudad e interesante y dilatada
historia.
I.- Caracas: auge y decadencia de la ciudad
capital.
Caracas como ciudad capital del orden
colonial, va a acusar una parálisis cuando se aproxime la crisis de dicho orden
a finales del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria. Cabe recalcar
antes de explicar brevemente el estado de inacción o retroceso histórico de
Caracas, que la capital de alguna manera había alcanzado una dinámica
ciertamente importante como centro receptor de los avances que impulsó la
Ilustración desde el llamado Viejo Mundo, pero particularmente a través de las Reformas
Borbónicas implementadas por la Corona española en Caracas desde mediados del
siglo XVIII, lo que contempló entre otros cosas, el emplazamiento de
importantes instituciones político administrativas con especial relevancia a la
creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777, lo cual permitió un
mayor fortalecimiento de Caracas como capital en todo el territorio colonial.
Del mismo modo y en atención a la expansión urbana y poblacional, la ciudad
acusa la creación de tres nuevas entidades parroquiales (Altagracia, Candelaria
y San Pablo) en 1750 y registra una población de más de cuarenta mil habitantes.
La existencia de una Real y Pontificia Universidad (1725) para la formación de
su clase dirigente y la conclusión de todo un esfuerzo de carácter legislativo
municipal que el Ayuntamiento auspició desde 1750, que no es otro que la
formación de un cuerpo de ordenanzas municipales que dan cuenta de la ciudad
pensada en términos ilustrados, así como el intento para la formación de los
diversos gremios del complicado mundo de los oficios llamados artes mecánicas, que
se traducía como la superación de los prejuicios que existían desde la clases
altas hacía l numerosa y variopinta masa trabajadora, conformada por el
estamento social de los pardos y demás componentes de los estratos bajos de la
sociedad, al interpretarse ahora que una positiva atención tendente a mejorar
las condiciones de trabajo y la capacitación de los artesanos, redundaría en un
mejor desempeño, y por tanto, en satisfacer las demandas de productos y
servicios en su más amplio espectro que requería la ciudad y todos sus
habitantes. Estas son cuando menos dos importantes factores que imprimían un
acelerado ritmo de desarrollo y relativo bienestar que de pronto se verá
entorpecido y luego paralizado por la aguda crisis política de finales del
siglo XVIII y los inicios del XIX que cobraron expresión en la llamada
Revolución de Gual y España de 1797, la intentona de invasión de Francisco de
Miranda en 1806, la denominada Conspiración de los Mantuanos de 1808 y el
paroxismo que causó la ruptura del orden colonial con la creación de la Junta
Suprema de Caracas en 1810 y por último la Declaración de Independencia de
1811.
Caracas en los años por venir en este
siglo XIX y cuando menos hasta la llamada Revolución de Abril del Gral.
Antonio Guzmán Blanco, entrará en una suerte de hibernación que causará una
verdadera parálisis como ciudad y anulará su condición de capital del nuevo
orden político republicano. Si bien la ciudad no es propiamente escenario
de la sangrienta contienda bélica de independencia, aparte de ser el principal
botín de los bandos en pugna, de ella se succiona hombres y recursos de toda
índole para el esfuerzo que reclama la guerra, de modo que lo que prevalecerá
será su más absoluta precariedad como ciudad. Pero un hecho lamentable y
fortuito para Caracas, será el horrible terremoto del 26 de marzo de 1812
que arrasó en buena medida con su fisonomía urbana de la que tanto fue objeto
de lisonja por parte los diversos viajeros que la visitaron en el siglo XVIII,
así como el de conceptuarla por su primer historiador José de Oviedo y Baños,
como “La Ciudad de la Eterna Primavera” Además, Caracas en estos
aciagos años, perderá su condición de capital, primero al decretar Bolívar la ciudad
de Angostura como la sede política principal de la República, y luego a
partir de 1819 con la creación de la Gran Colombia, Bogotá representará
tal distinción de capital, mientras se edificaba en algún lugar de la actual
Panamá, supuestamente, la utópica ciudad que llevaría el nombre de
Bolívar en honor al Libertador. En medio de los escombros que hacía a la
ciudad irreconocible y afectada en su orgullo al verse relegada a un segundo
plano en importancia política, Caracas será llamada por los mismos irónicos
caraqueños como “la Sucursal del Cielo”.
Los años que le siguen bajo el
incisivo sobrenombre; es decir las décadas de los años cuarenta a fines de los
sesenta, la pobreza, la impotencia y la desesperanza se entroniza en el
ánimo de todos. Del desanimo se pasará a un irrefrenable y poco aconsejable
encono que buscará erróneamente dirimirse en la llamada Guerra Federal
(1858-1863), en la que la ciudad poco o nada gana, pues su capitalidad queda
difusa dentro en la ambigua figura de una nueva institución política
llamada Distrito Federal, e incluso y para mayor confusión, se crea el
Estado Caracas cuya capital será por breve termino el pintoresco pueblo de Petare
al Este de la ciudad. Será con la llamada Revolución de Abril de 1870
del Gral. Antonio Guzmán Blanco, que Caracas rescata su capitalidad y se
emprenden importantes obras públicas que permiten al fin, según los entendidos,
recoger sus preciosos escombros del terremoto de 1812 y hacer de la ciudad “el
París de un solo piso,” epíteto desde luego de inspiración oposicionista al
tiránico y personalista gobierno del Ilustre Americano, le prodigan tanto sus
enemigos políticos como los burlones caraqueños a la obra de ese gobierno que
se prolongó cerca de dos décadas. No hay dudas que Caracas durante el guzmanato
se dinamizó en muchos aspectos como ciudad capital, aunque huelga decir que no
se resolvieron muchísimos problemas sobre todo los de índole social. En
resumen, Caracas podría decirse ingresó costosamente al progreso del siglo
diecinueve cuando éste ya estaba agonizando.
La última revolución exitosa del siglo XIX La
Restauradora de los Generales Cipriano Castro y Juan V. Gómez, en nada
podría decirse adelantaron a lo ya visto de la época guzmancista. Sin exagerar,
la ciudad quedó anclada a la decimonónica visión de los generales andinos,
especialmente a los rupestres gustos y tratos del tiránico dictador
constitucional Juan V. Gómez, hasta pasada la tercera década el nuevo siglo
XX. Caracas no es provista de las fuerzas del progreso de la modernidad, pese
a contar el Estado con la inmensa riqueza proveniente del petróleo; se
observa algunas mejoras de infraestructura cuando estas se emprenden en el
marco de la celebración de los centenarios de la independencia entre 1910 y
1911, así como el de la Batalla de Carabobo en 1921. El aspecto un tanto
moderno de la capital, está en la dinámica de su comercio y emprendimiento del
sector privado que busca aprovecharse del incipiente asomo de una clase media,
que insurge en la composición de la sociedad como importante factor de
sostenimiento del consumo de bienes y servicios provenientes en su mayoría de
economías foráneas. Por otra parte, su capitalidad se vio seriamente
amenazada cuando el Gral. Gómez, nunca disimuló su preferencia por Maracay
que le era más a fin a sus costumbres y gustos campestres que le ofrecía la
llamada “Ciudad Jardín.” Así que
Caracas, dejaba de ser capital cuando el Gral. Gómez se ausentaba con
frecuencia del ruido e intrigas de los caraqueños y la recuperaba cuando la
visitaba para una vuelta de tuerca; esto es, meterlos en cintura. No fueron
pocas las veces en las cuales se le sugirió al Gral. Gómez sobre la
inconveniencia de su preferencia por la bucólica ciudad, lo que da una precisa
idea de la terquedad del General de ignorar tal sugerencia hasta los últimos
segundo de su existencia.
Tras los veintisiete años de régimen
tiránico que tienen fin el 17 de diciembre de 1935 con la muerte del dictador,
Caracas se desborda en toda clase de reclamos. De alguna manera ellos revelan
el atraso o déficit que acusa la ciudad con respecto al progreso material y
cultural, que la dejaron relegada o postrada de los avances que hasta entonces
marcaba el siglo XX. El reclamo que hubo de ventilarse al comienzo a través de
la violencia popular, pronto advirtió de la necesidad de encausarla por otros
medios; es así que insurgen los líderes de diversas organizaciones
estudiantiles en su mayoría, que darán cohesión a la formación de los partidos
políticos modernos que tendrán la ocasión de diseñar una nueva sociedad más
justa y capaz de solventar la gravedad de la situación de la ciudad y el país.
El propósito es el progreso, pero dentro de los cánones o principios de
gobiernos democráticos. No fue suficiente esta coyuntura de descontento social
y político, el eslogan del Gral. López Contreras, que invocó “calma y cordura”
a los exaltados caraqueños de 1936 que le exigían al Presidente un inmediato
cambio de rumbo. La legalización de organizaciones políticas como la
implementación de una improvisada refacción de infraestructura pública que
atendiera a una desocupada fuerza laboral a través de un plan de obras de
emergencias (POE), no aquietó del todo el espíritu insurrecto de las protestas
en Caracas.
La atenuación de los problemas que
acusa la ciudad en estos años no podrá ser resueltos de todo durante el
gobierno del sucesor del Presidente López Contreras, el Gral. Medina Angarita
(1940-1945). Un nuevo golpe de Estado esta vez encabezado por jóvenes políticos
y militares, tras la llamada “Revolución de Octubre” buscarán acelerar el
proceso de transformación de la capital y el país a partir del 18 de octubre de
1945. Hay por lo visto dos visiones que entrarán en conflictos
irreconciliables: La que representan los líderes políticos de Acción
Democrática y la que está dirigida por la Unión Patriótica Militar encabezada
por los coroneles Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez. Del ejercicio del
poder de estas dos visiones de progreso entre 1945 a 1958, surgirá un modelo de
ciudad y de país que dará cuenta de los cambios más importantes que se
experimentaran tanto en la capital como en Venezuela en materia de desarrollo o
modernización que daría pauta de nuestra sociedad en el siglo XX.
Se inicia en Caracas como capital todo
un proceso frenético de transformación urbana tanto de participación pública
como privada, bajo el firme propósito de modernizar su aspecto considerado por
muchos de vetusta y atrasada. Da la
impresión que en la implantación de estos planes no querían dejar vestigios del
pasado de la vieja Caracas por una mal entendida vergüenza de los caraqueños. Es
así como peligrosamente se forman concretas amenazas en contra de la
historia de la ciudad, al punto de verla desvanecerse con “los polvos del
progreso.” La ciudad, no obstante, poseía casi intacta su conciencia histórica
que hubo de despertar ante esta temprana alarma. Desde fines del siglo
anterior con la labor de los llamados costumbristas que fueron cronistas
cultivadores del color local, hicieron del deleite de los caraqueños sus
crónicas sobre las tradiciones y costumbres de la ciudad, de sus
personajes pintorescos y vernáculos sucesos ciertamente peculiares.
Así por ejemplo tenemos los trabajos de Arístides Rojas, Nicanor Bolet Peraza,
Landaeta Rosales o González Guinán, por solo mencionar algunos, dejaron una
impronta que prontamente siguieron otros ilustres hombres dedicados a conocer y
divulgar la historia de la ciudad. Pensamos por ejemplo en Lucas Manzano,
Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses; los integrantes de la Asociación
Venezolana del Arte Colonial y muchas otras personalidades que enaltecieron sus
oficios o trabajos relacionados con la conservación de la historia de la ciudad
de Caracas poco antes de la mitad del siglo XX. Los estudios y eventos que intensamente
realizaron en medio del fragor de las construcciones modernas y la desaparición
de uno que otro emblemático vestigio, hicieron que tal labor fuese revalorizada
desde las instancias del poder y toda la sociedad al punto de comenzar una
necesaria labor legislativa tendente a la conservación y rescate de las
tradiciones históricas de Caracas amenazadas o ignoradas para entonces.
Así en este contexto de la
búsqueda del progreso material de la ciudad y la preservación de su memoria
histórica surge en diciembre de 1944 la Ordenanza de Conservación y
Defensa del Patrimonio Histórico de Caracas y con ella la creación del cargo
de Cronista Oficial de la Ciudad; en agosto de 1945, el Congreso sanciona
la Ley de Conservación de Antigüedades y Obras Artísticas de la Nación. Con
estos dos instrumentos jurídicos y la encomiable labor del Cronista de la
Ciudad y sectores vinculados de la sociedad en materia de cultural, se creó un
importante estímulo de conservación y difusión de la historia de la ciudad,
siendo la oficialización del Día de Caracas en 1947, uno de los hechos
más relevantes de todo este esfuerzo, pues pronto reveló que en su celebración, no sólo fue la
promoción de todo su pasado sino que se encontró una oportunidad única para
conciliar prejuicios que aún arrastraba la historia colonial y la republicana
en Caracas. Ahora eran objeto de merecidos homenajes los caciques de la
resistencia indígena y los capitanes españoles de la conquista, ocupando el
lugar junto a los héroes de la independencia que aparecían sólo en la historia
de la ciudad como producto de un acto de magia de un prestidigitador. La
historia caraqueña comienza a entenderse y difundirse como un todo integrado y
a reconocerse las influencias culturales de variada índole y procedencia presentes
en determinado momento de su historia.
Aunque no existe o se extravió el
acta de fundación de la ciudad, es aceptada la tradición que fue el Día de
Santiago, 25 de julio de 1567, tal como lo dejó claro el 1er. Cronista
de la Ciudad Enrique Bernardo Núñez en un ensayo de 1950. Este hecho
de aceptación de la fecha de fundación de la ciudad robusteció los festejos
del Día de Caracas cada 25 de julio y dio estímulo para la celebración del
Cuatricentenario de la Ciudad en 1967. La Municipalidad y la Gobernación
del Distrito Federal, se avocaron a tales festejos promocionando estudios de
Caracas en sus más variados temas e interpretaciones en una interesante
colección, así como muchas otras instituciones públicas y privadas, descollando
en ellas los aportes de los estudios históricos de la Universidad Central de
Venezuela. Digamos que el Estado y las fuerzas vivas del país, celebraron por
todo lo alto el significativo y memorable acontecimiento de los cuatro siglos
de existencia de la capital de la república. Estos fueron los años en la que la labor del
cronista de Caracas fue fundamental para rescatar y preservar los símbolos
patrimoniales de la ciudad, representados en su Pendón (1567), Escudo
(1591) e Himno (1984),
que se hicieron oficiales en todo evento público de importancia en la
ciudad. El más reciente fue su himno gracias a un concurso que se efectuó en
1884 para colocarle letra a la llamada Marcha de Caracas compuesta por Tiero
Pezzuti en 1960, el galardonado por la bella letra a la melodía de la
marcha que se convierte entonces en el himno, fue José Enrique Sarabia,
(Chelique). La Ordenanza de los Símbolos Patrimoniales de la Ciudad ha
correspondido en dos momentos, el primero en 1984 y la más reciente
corresponde a 1993. Debe considerase para concluir este apartado que
todos estos símbolos protegidos por ordenanza municipal, tenían presencia en el
Salón de Sesiones del Consejo Municipal de Caracas, sin incluir las
reliquias históricas que se exhiben en la Capilla Santa Rosa de Lima (El
Libro de Actas del 19 de Abril de 1810) y el Salón de Objetos Históricos y
la Sala de Maquetas de la arquitecta Ruth Neumann, sin excluir desde
luego el valioso corpus documental del Archivo Histórico de Caracas.
II.-
Caracas en el contexto de los asechos del poder: Los paradigmas de la “Historia Insurgente”
Caracas, en las dos última dos décadas, ha
venido acusando un sostenido deterioro en el funcionamiento de sus estructuras
sociales, que afecta de modo alarmante la calidad de vida de sus habitantes. A
consecuencia de ello, al parecer no existe nada que se encuentre a salvo de tal
crisis, mientras en las instancias de gobierno, particularmente el de la
alcaldía y del concejo municipal, se busca anestesiar al sufrido pueblo
caraqueño, ofreciéndoles “descolonizar su pasado” a través de la
supuesta “visibilización” de nuevos paradigmas representados por
supuestos héroes que habían sido sepultados por la historiografía burguesa,
opuesta a la verdad de la historia de la ciudad de Caracas.
Se trata entonces de sembrar una
propuesta ideológica en el campo de la conciencia histórica caraqueña,
buscando despojarla para ello de la base objetiva con la cual fue sedimentada,
a través de la tradición historiográfica republicana que promedia más de dos
siglos de actividad. En este sentido, se promueven nuevos elementos que
sirvan de catalizador de una “conciencia histórica revolucionaria,” cuyas
referencias de anclajes, están en la previa demolición o desconocimiento de lo
conocido, para sustituirlo por hechos, sucesos y personajes
fantasiosos o ficticios que solo consiguen acomodo en la predica del odio y la
imposición, mediante decretos, acuerdos y resoluciones burocráticas de las
instituciones señaladas, respaldadas a su vez por la militancia política revolucionaria
que se practica en una que otra instancia vinculada con el área de la cultura
oficialista.
Este proyecto de supuesta
“descolonización del pensamiento,” viene envuelto en la predica muy sugerente
de la redención y la visibilización de los sectores populares, que
supuestamente quedaron al margen de la verdad histórica del pasado caraqueño
promovido por la historiografía. En la exhibición de esta bandera redentora,
que nos impone que fueron los sectores bajos de la sociedad que hicieron la historia,
no se descarga ninguna prueba científica u objetiva que respalde sólidamente
esta propuesta “descolonizadora,” pues se cree que, con una arenga revolucionaria
y lisonjera, es suficiente para anular la conciencia histórica que permanece en
la mayoría de los caraqueños que tienen interés por el pasado de la ciudad. La
implementación de este proyecto de “descolonización,” si bien está advertido
tempranamente en las propuestas ideológicas del llamado socialismo del siglo
21, el mismo comenzó a aplicarse para la ciudad de Caracas desde el año 2010
con signos de una virulenta radicalización en los últimos cuatro años.
En este sentido puede afirmarse que
el plan comenzó desde la desaparecida Alcaldía Mayor cuando anunciaron en el
año 2006 que no había nada que celebrar el Día de Caracas, pues
desde esa instancia se ponían en cuestión la fecha fundacional de la ciudad (25
de julio de 1567), y en consecuencia, prometieron a los caraqueños resolver la
supuesta incógnita por el trabajo que efectuaría un grupo de “competentes
historiadores” que escudriñarían los archivos nacionales y españoles en busca
de la verdad. Aún estamos esperando los resultados de esa promesa. Pese entonces
al defraude en esta cuestión, siguieron por el camino de desconocer
oficialmente los símbolos históricos patrimoniales de la ciudad,
representados como ha quedado sentado, por el Pendón de Caracas, su
Escudo e Himno. En un irreverente y deslucido acto, desmontaron el escudo
de armas de la ciudad que se encontraba en lugar prominente del Salón de
Sesiones de la Cámara Municipal, sustituyéndolo por un retrato del fallecido
Presidente Hugo Chávez, lo que quiere decir que despojaron al referido salón de
un símbolo histórico de Caracas, cuya existencia se remonta a 1591 por las
gestiones efectuadas por el primer Simón Bolívar, llamado El Viejo, que se
avecindó en esta ciudad. Seguidamente los escudos y su más emblemática figura
representada por el león rampante, fueron retirados de los diversos espacios
públicos donde se encontraban. Se dejó de escuchar el bello himno de la ciudad
en todos los actos oficiales de la Alcaldía y el Concejo Municipal, so pretexto
que era “un vulgar pasodoble” indigno de las glorias históricas de la ciudad.
Por último, se ordenó desmontar los pendones coloniales que se encontraban en
el Palacio Municipal, incluyendo por ignorancia el alusivo a la Gran Colombia
que se encontraba adosado a una inmensa pared junto a un descanso de las
escaleras que conducen al segundo piso del referido palacio.
Pero el asecho del poder a la
historia de la ciudad aún estaba por subir sus niveles
de radicalización. El plan consistió en neutralizar la seria oposición
del Cronista de la Ciudad en funciones, a los nuevos e ideologizantes
paradigmas que se intentan inocular en la conciencia de los caraqueños y así
justificar la supuesta “descolonización del pensamiento” en materia del
pasado de la ciudad. Lo primero, consistió en engavetar el proyecto de ordenanza
sobre el Cronista Municipal, cuya labor consumió mucho tiempo de
discusiones para hacer de él un instrumento legislativo, llamando a ser muy
útil por su contenido científico y plural para beneficio de la historia de la
ciudad. Este proyecto no contó con la aprobación de los dos últimos alcaldes
de Caracas, pese a recibir el visto bueno de buena parte de los concejales que
formaron el gobierno municipal. Lo
segundo, estuvo en forzar para el caso del cronista en funciones, una ausencia
absoluta en el cargo mediante una jubilación ilegal que nunca fue
solicitada, procedimiento que no está contemplado en la ley para producir tales
ausencias absolutas del cargo. Resuelto por esta vía de asechanza la incómoda
oposición del cronista en funciones, se procedió a el nombramiento de un nuevo
cronista que fuese obediente y sin necesidad de presentar ninguna otra
candidatura. El único requisito al parecer fue apoyar a todo trance el proyecto
de “descolonización del pensamiento.”
Así las cosas, se procedió
entonces a buscar concretar la última fase del plan de ideologización del
pasado de la ciudad, mediante una nueva versión maniquea de su historia.
Dinamitar, si vale la expresión, todo lo referido al período de conquista
elevando a la condición de criminales de lesa humanidad a los españoles
que actuaron en ese largo proceso histórico, y al propio tiempo presentar
todo un catálogo de nuevas deidades extraídas del mundo aborigen, así
como de los esclavos negros introducidos. En este sentido en diciembre del
pasado año fue sustituida la figura del león rampante ubicado en la
autopista regional del centro a la altura de la parroquia de Coche por la deidad
de Apacuana, cuya existencia no pasa de ser una leyenda. Hoy los
caraqueños pasan por ese monumento con la mayor indiferencia, lo que puede
explicarse por el desapego existente entre su conciencia histórica y la vacía
propuesta que significa esa figura de la india Apacuana. También pero
recientemente se intentó desde la alcaldía asignarle el nombre de
Guaicaipuro a la autopista Francisco Fajardo bajo la excusa, preparada
por el nuevo cronista oficial, que el padre de Francisco Fajardo, fue un
asesino de indios en Cubagua a comienzos del siglo XVI, desconociendo o
ignorando que Francisco Fajardo, históricamente fue el primer venezolano
por su condición de mestizo, que puso un pie de en valle de Caracas
en 1550 mucho antes que se fundara la ciudad. Es decir que son
fatuos y malintencionados sus argumentos supuestamente redentores de la memoria
del pasado.
Queda claro que los caraqueños en una
abrumadora mayoría repudio este cambio de denominación para la autopista, lo
cual deja entrever como se activa los mecanismos de defensa de la memoria
histórica cuando se encuentra fuertemente anclada o sedimentada en las
costumbres y tradiciones históricas de un pueblo, así como plausiblemente
estudiada por la tradición historiográfica. Lo preocupante sería que las
autoridades actuales de la alcaldía de Caracas arremetiesen ahora contra el
Archivo Histórico Municipal que es sin lugar a duda la joya de la corona en
materia patrimonial, ordenando su clausura o disolución. Por ahora se escuchan
rumores que será transferido al Archivo General de la Nación, pues no tiene
ningún valor para los fines perseguidos en eso de la “descolonización del
pensamiento.” Veremos que argumento rocambolesco nos dará a conocer el actuar
cronista municipal para justificar esta amenaza en caso que la concrete la
señora alcalde.
Pese a todo lo dicho hasta ahora, nos
abruma la duda de precisar el significado de una expresión que
han venido repitiendo e incluso enarbolando como paradigma principal,
los promotores de la “descolonización del pensamiento,” esto es: “la
historia insurgente.” Si se trata de
exaltar las luchas de la resistencia indígena, diremos que tal hecho ha sido
reconocido y estudiado por la historiografía en sus más variados aspectos, lo
que nos obliga a sostener que nada de original e inédito resulta dicha
propuesta. Ahora bien, si lo que se pretende desde las mismas instancias del
poder, es vanagloriarse, ello carece de todo sentido a no ser que se piense,
extemporáneamente, que su propuesta de una historia maniquea pueda tener éxito
en penetrar la sólida conciencia histórica de los caraqueños, y cambiar en
consecuencia, todos sus referentes y coordenadas con la verdad histórica que
han dejado huella en los hechos memorables de la historia de la ciudad de
Caracas y suficientes testimonios escritos que se atesoran en el Archivo
Histórico de la Municipalidad. La historia de Caracas no dejó sus huellas en
el agua sino en su conciencia como pueblo, como lo afirmó acertadamente su
primer cronista oficial Enrique Bernardo Núñez.
VI Cronista de la Ciudad.
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