DOS ASESINOS INVISIBLES DE VISITA EN CARACAS

                                                                                  
          En la historia de la ciudad de Caracas han existido muchos eventos de emergencia sanitaria que contemplaron la cuarentena de su población, a fin de resguardarla de diversos patógenos potencialmente causantes de muertes masivas, como fueron los de la viruela, el cólera, la peste bubónica y la gripe española. Sin embargo, ninguno de esos episodios de crisis de los pasados siglos, fue tratado con interés político ideológico como el que cursa en la actualidad bajo el nombre de Covid-19. Ello es así, puesto que esta pandemia ocurre en el preciso momento en que Caracas como todo el país, se encuentra experimentado un estado de postración y retroceso histórico, a consecuencia de la actuación de un régimen que, desde hace dos décadas, viene ejerciendo el poder con una extrema violencia que lo sitúa al margen de la constitución y lo coloca a espaldas de la historia que nos había transformado en el pueblo más libre y próspero del concierto de las naciones latinoamericanas.
        
 En la ciudad desde mediados del pasado mes de mayo se decretó un estado de emergencia, que supone la aplicación de unas medidas sanitarias de contención en contra del peligroso y mortal Coronavirus, no obstante, tales medidas no fueron complementadas con programas de atención a la sociedad y la economía como debería adoptarse ante la crisis humanitaria que vive el país que lo hace más vulnerable en semejante estado de alarma sanitaria. Al contrario, dichos programas fueron menospreciados por el régimen debido sólo a su interés de preservar un poder que hoy acusa una aguda crisis de legitimidad constitucional y repudio social que lo hace sumamente precario como gobierno.  Someter a la capital a un indefinido estado de confinamiento, bajo la excusa de atender el evento de la pandemia, sólo nos ha impuesto de las soterradas pretensiones del régimen de buscar reflotarse como opción de poder, para luego intentar implantar su añorada sociedad comunista, a través de la propaganda política y el engaño de haber superado con éxito su lucha contra de la contagiosa enfermedad del Covid-19. Entretanto, la ciudad de Caracas y sus habitantes, amenazados como están, buscan sobrevivir, e incluso manifestar su descontento, con la trasgresión de la cuarentena y la encerrona ideológica, lo cual es reprimido, judicializado y ridiculizado por el gobierno, sin considerar en lo más mínimo sus ilegítimas formas de actuación. El caso es que los caraqueños, en estos aciagos momentos de confinamiento solapado, ha hecho conexión con su atávica costumbre de luchar por su libertad e igualdad, al servirle este principio como un valor moral y político que se antepone, a las ocultas intenciones del régimen por imponer su proyecto político de dominación, so pretexto de combatir el virus y no las ideas de la democracia. 

           De algún modo el lector podrá encontrar en esta nueva entrega de nuestro blog clioencaracas, respuestas interesantes a esta cuestión de cómo el caraqueño viene dando batalla para protegerse, no sólo en contra la pandemia, sino además de las sórdidas intenciones por parte del régimen, de buscar someterlo a las cadenas de una ideología política de izquierda que va en contra de su acendrado  espíritu libertario y convicciones democráticas, indispensables para una mejor vida futura como pueblo, que en nada encaja con las propuestas y actuación de un gobierno de vocación totalitaria.
          Hoy Caracas, debe reiterarse, se encuentra posiblemente en el momento más oscuro de su historia por la presencia de las peligrosas amenazas que atentan seriamente su existencia, como son el Covid-19 (de origen chino) y el del “mar de la felicidad” (de filiación cubana), que el gobierno, contrariamente, promueve con mucho entusiasmo para tratar de solucionar sus endémicos problemas de sobrevivencia. Sin embargo, la memoria inmunológica de los caraqueños formada a lo largo de sus luchas por la libertad desde el 19 de Abril de 1810, hará expulsar de su organismo social que es la ciudad, a estos indeseables huéspedes promotores de las desdichas e injusticias en todos aquellos pueblos que han tenido el infortunio de ser contagiados y envilecidos para invisibilizarlos en su papel de protagonistas de la historia. 

La Mutación ideológica del virus en Caracas
     
Las medidas de cuarentena a la población de Caracas recientemente adoptadas por las autoridades, en respuesta a aparición de los primeros casos de afección por Coronavirus, añade un poderoso factor agravante a la preocupante situación de crisis humanitaria y complicada crispación política que estamos viviendo los venezolanos en general y los caraqueños en particular, en el curso de la última década.  En Caracas lo que le da singularidad a la actual circunstancia de emergencia sanitaria, no es la pandemia del Coronavirus por sí sola, sino al hecho de convertir la terrible situación que ella arrastra consigo, en una bandera política del régimen, para intentar mostrar una supuesta eficacia en la solución del problema por el Estado y así revertir la metástasis que acusa su gestión de gobierno. Es decir, se intentará ocultar con esta pandemia, no sólo sus verdaderos efectos nocivos, sino además toda la inmensa e incalificable desgracia perpetrada en el país, con la más elaborada propaganda política, y cuya eficacia, desde luego, será proporcional a su capacidad en confiscar los derechos constitucionales que tiene la sociedad a la información, la movilización y la protesta. En una palabra, es la excusa perfecta para hacer “mutar” ideológicamente el Covid-19, de peligroso patógeno viral en una suerte de aliado político incondicional, para disimular la horrenda crisis económica del país, y terminar de perpetrar definitivamente el destructivo proyecto de imponer una sociedad comunista, sin la eficacia alcanzada por el régimen de Pekín en el desarrollo económico de China, pero sí en cuanto al empleo de crueldad en la sociedad como lo han venido demostrado.
 
             En esta materia el gobierno posee la enorme experiencia que le han dejado más de una década del ejercicio del poder bajo esquemas oprobiosos, cuyas resultas más conservadoras, se resumen en una obscena y criminal corrupción, en una total violación de los derechos humanos y una olímpica e imparagonable ineptitud para cumplir con los deberes de Estado en materia de atención del desarrollo del país y bienestar de su población, a los cuales ha sumido en una indescriptible indefensión.
 
          Establecida esta premisa, expliquemos ahora que ocurre en nuestra ciudad con la presencia del Covid-19. En primer lugar, el régimen sigue mostrando su cínico rostro oculto en el maquillaje de la “ternura” para tratar de impresionar e incluso conmover a los enclaustrados caraqueños, enviándoles un simple mensaje: el enemigo no es sólo el Coronavirus, sino el capitalismo salvaje. En segundo término, hace alardes de la supuesta solidaridad recibida de los chinos y cubanos para erradicar la oprobiosa pandemia capitalista, sembrada por el imperio norteamericano, enemigo confeso del pueblo y el gobierno revolucionario de Venezuela. Por último, y tal vez es el interés principal, se pretende con lo anterior, dar la ilusión de haber revertido con éxito, el desastre de una gestión de dos décadas que ha significado la ruina de la economía y el estado de mendicidad de la sociedad, que hizo retroceder el sólido bienestar del cual gozó la ciudad capital en el curso de la segunda mitad del pasado siglo XX.  La presencia del Covid-19 en Caracas se hace entonces susceptible a ser alterado, no en su composición genética, sino en la percepción ideológica para “combatirlo y erradicarlo” Así el gobierno se empeña en hacerle creer a los caraqueños, que el Covid-19 tiene su origen en una perversa conspiración norteamericana, orientada a desprestigiar a la ideología comunista y particularmente a China. Pero mientras Pekín confrontó exitosamente la pandemia, afirman, los Estados Unidos no ha podido contener la tasa de mortalidad en sus ciudadanos que alcanza a más de cincuenta mil víctimas y el un millón de contagiados, como tampoco detener el descalabro de su economía que ya acusa más de veinte millones de desempleados y perdidas super millonarias. El supuesto éxito del gobierno con la epidemia en Caracas, está según su propaganda, en haber recibido la ayuda solidaria china cubana, como ya comentamos, pero además de contar en el país con un orden político y social conducido por una revolución que nos encamina, a paso de vencedores, hacía  “el mar de la felicidad” Todo lo que  informa diariamente el régimen en cadena nacional, es precisamente eso: el “éxito” Esto hace presumir que Venezuela es supuestamente una potencia sanitaria que se encuentra en el primer lugar en el mundo en la lucha contra el Covid-19. Con este propósito, son interminables en tales comparecencias, las menciones a los Estados Unidos, Europa y América Latina, sólo con la intención de hacer resaltar la cantidad excesiva de fallecidos por la existencia, afirman tendenciosamente, de sistemas sanitarios absolutamente privatizados y fuera del alcance de sus desvalidos ciudadanos. Las cifras estadísticas de mortalidad en esas naciones los emocionan, para validar así la supuesta eficacia en nuestro país en materia sanitaria que obedece, precisamente, a la gratuidad de un servicio que en honor a la verdad no existe por el desmantelamiento de la red hospitalaria, la vandalización de los hospitales, la ausencia de servicios básicos, la desprofesionalización del personal, al éxodo de calificados especialistas hacia otros países, entre otras carencias que hoy afectan  nuestro sistema sanitario y que lo hacen impotente para asumir la protección de una población, por demás afectadas de otras patologías endémicas de base, que son puerta abierta a la entrada franca del altamente contagiante  Coronavirus. 

Con este desolador cuadro de la realidad ¿cómo podría entonces explicarse el supuesto éxito del gobierno en las acciones tomadas contra la epidemia del Covid 19, más allá de las esferas propagandísticas? Recordemos que, la contención de esta pandemia no depende solamente de una estricta cuarentena y la aplicación de todo un eficiente dispositivo clínico sanitario, del cual no se dispone. También entra en la ecuación, las previsiones en materia económica y social con planes precisos y realistas a las circunstancias actuales. Lo único que ya se nos dice con letras mayúsculas, es que serán suspendidos los comicios para renovar a los miembros de la asamblea nacional el próximo mes de diciembre. En una palabra, mantener el estado de excepción o de emergencia, ha sido la estrategia empleada por el régimen, como ya hemos afirmado, para intentar restablecer su autoridad como gobierno, e incluso probar la posibilidad de perpetuarse en el poder, si en este dramático trance son capaces de anular las fuerzas democráticas y terminar de sofocar la voluntad popular.

Caracas bajo la cuarentena política:   

          Bien es conocido la muy lamentable situación en la que sumergió el régimen venezolano a la industria petrolera, por no mencionar a el resto de las empresas básicas del Estado. La ineptitud y la bochornosa corrupción convirtió a nuestra principal empresa productora de recursos económicos, en un amasijo irreconocible que casi no extrae petróleo y, en consecuencia, la nación ya no cuenta con los recursos para su sostenimiento y desarrollo. Este saqueo de PDVSA contempló, entre otras cosas, el sostenido desmantelamiento de sus plantas productoras de lubricantes y especialmente combustibles, al punto de que, desde hace muchos años, el abastecimiento de gasolina del mercado interno, se empoderó como un problema mayúsculo sin avizorarse solución alguna. Pese a la existencia de esta explosiva situación, la capital se había mantenido al margen de los efectos traumatizantes y complejos de la escasez de combustible, pudiéndose incluso mencionar que después de unas bravuconadas y amenazas de Maduro de dolarizar su precio, terminó por ser prácticamente gratuito el servicio de abastecimiento de la gasolina en Caracas. El colapso de los precios del petróleo, pero especialmente los efectos de la pandemia en el país, no permiten ahora margen para la demagogia y el gobierno se vio en el trance de diseñar un plan que no funciona. El punto es que no solo el interior del país no cuenta con el combustible, la afectación ha llegado a la capital en el momento menos indicado. Se ha insistido que está garantizado el suministro de gasolina, pero atendiendo a las prioridades, supuestamente, que señalan las necesidades de la contención de la pandemia de coronavirus. Así pues, se priorizaron en teoría el servicio sanitario, el de abastecimiento de alimentos, los enchufados, el policial y el militar. Sin embargo, esta promesa inmediatamente fracasó para la atención de los dos primeros rubros mencionados, por la corrupción e ineptitud que no tardó en aparecer en la escena del cacareado plan. No solamente se obstruyó el servicio en Caracas, lo más revelador es que al agravarse la situación en el interior del país, no es posible abastecer a la ciudad de los géneros alimenticios provenientes de diversas regiones, lo que abre el panorama sombrío y peligroso de instalarse el hambre en la ciudad.  Soy de la opinión que el régimen intuyó, equivocadamente, que este era el momento de quitarse de encima con una buena excusa, el problema del alto costo que significaba proveer de gasolina el parque automotor de Caracas. Como vimos, los cálculos fallaron y el asunto se agravó para pasar a ser ahora motivos de protestas populares, represión policial y actuación judicial.

          El fracaso de la promesa de la distribución de combustible para el abastecimiento de la ciudad y la prestación de servicios básicos, es un drama notorio, como también lo es el incumplimiento a la pequeña y mediana empresa de cubrir por un tiempo los gastos de las nóminas, a fin de proteger los empleos. Tampoco se ha honrado la defensa de los escuálidos salarios de la clase trabajadora, ante el incremento del dólar y la espeluznante especulación con los precios de la comida. Cuando esto ocurre, el régimen como siempre exhibe su manociado expediente de echarle la culpa al otro, en este caso los comerciantes y productores de alimentos y el imperialismo Yankee. Mención especial será el caso de la necesaria apertura al dialogo con las fuerzas opositoras democráticas, a lo cual el gobierno sólo se refiere a ello con el interés de ofender o marear para ganar tiempo.  El régimen piensa que, con el enfriamiento global de la economía, es posible solapar y mitigar los gravísimos problemas económicos del país, siempre que pueda mantener en confinamiento a la población y en un estado de obediencia catatónica. Recientes estudios revelan cuán equivocados se encuentran en esta percepción, pues el problema económico para los caraqueños, está por encima de los rigores que supone la pandemia. El descontento no ha tardado en aparecer en las calles de la ciudad de Caracas.
   
         Todas las tardes nos imponen una cadena en los medios de comunicación, donde se nos tratan de hermanos, para desinformarnos del estado de cosas respecto a la epidemia. No hay interlocución en el sentido de escuchar a periodistas y demás organismos no gubernamentales, hacer preguntas pertinentes y conocer y hacer conocer las particularidades que cobra la pandemia en determinados lugares y circunstancias, fuera del interés de los oferentes del gobierno; es decir, de su mundo propagandístico e ideológico que no dialoga con la verdad.  Creen que, con cifras, porcentajes, curvas y aplausos, todo queda debidamente explicado y conocido a la satisfacción de los afligidos caraqueños.  Como dice la estrofa de una canción infantil en época vacacional: “vamos a contar mentiras, vamos a contar mentiras!” …. es con lo que nos vienen los jerarcas todas las tardes en sus comparecencias propagandísticas.  Maduro se presenta y se nos ofrece providencial como Moisés en el desierto, para adjudicarse sólo a él los supuestos milagros y logros contra la plaga china. Pero nos preguntamos todos los neófitos que no somos especialistas en economía, política, epidemias, medicina, tragedias, estado mayor, sala situacional y un largo etcétera: Cómo se come eso con lo que nos intenta calmar la ansiedad de inseguridad y al mismo tiempo ignorar el hambre que abruma y fustiga.

          La crisis que padecemos algo así como millón y medio de caraqueños, porque el medio millón restante, fue expulsado de la ciudad por la diáspora del empobrecimiento y la búsqueda de algún mejor futuro, se trata de explicar en los consabidos reportes vespertinos que ofrece el gobierno para su diaria propaganda. Cuesta creer tanta eficacia, dedicación y abnegación por tantos logros del régimen hacia el pueblo caraqueño. Los pocos contagiados, nos dicen, han provenido del exterior especialmente de las naciones más afectada por el virus como Italia y España; también se cuentan algunos retornados de Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador. Estos retornados son tratados como “pacientes especiales” en los hospitales centinelas y algunos pocos en clínicas privadas supervisadas. Hay disponibles, afirman, muchas camas para ser exitosos ante un hipotético repunte de la pandemia en la ciudad. Por ninguna parte aparece el alcalde y las autoridades del Concejo Municipal de Caracas, como tampoco se mencionan los graves problemas que, aguas arriba, tiene la ciudad. Es decir, todos los servicios públicos que arrastran consigo a los privados; nos referimos al de agua, electricidad, internet, gas doméstico, aseo urbano, el de combustible y el sistema sanitario del cual ya hicimos mención líneas arriba. Entran además como reacción en cadena, el desabastecimiento de renglones alimenticios y de insumos de toda naturaleza, a consecuencia de la escasez, no solo de dichos productos alimenticios, sino la falta de trasporte oportuno por la gasolina, servicio al cual se le obliga de paso llevar salvoconductos y pagar la matraca que imponen ciertos funcionarios de seguridad para dejarlos circular.  Es verdad que se decretó como de atención preferencial la dotación de combustible a estos transportistas de alimentos y personal médico, pero como explicamos, esa orden quedó a beneficio de inventario, porque una inmensa e infranqueable ola de corrupción vienen imponiendo precisamente los que están en el deber de hacer cumplir la medida. De modo que el hambre, la carestía, impotencia y desaliento, impera en la ciudad de Caracas en estos tiempos de cuarentena. En este sentido por las redes puede verse más los videos que testimonian estos delitos en flagrancia, que los mostradoS por contadas autoridades sancionando a supuestos infractores de un modo discrecional, sin la intermediación de fiscales del ministerio público u otro organismo acreditado para investigar supuestas faltas.  En este sentido, habrá que hacer mención a las detenciones arbitrarias que ocurrieron en una ocasión con el personal médico y de salud del hospital clínico universitario, por haber hecho cola con sus vehículos para abastecerse del desaparecido combustible; algo que no ocurre por ahora con los enjambres de motorizados que, contraviniendo la cuarentena, exigen desafiantes atender sus demandas de gasolina de manera inmediata. Es también habitual y lamentable, ver por esos videos de las redes sociales, las constantes reyertas entre los ciudadanos comunes que acuden a esas estaciones de servicio. La extorción, la estafa, el soborno, tráfico de influencia y la vulgar matraca criolla, rondan como aves de rapiña en esos establecimientos de combustibles en búsqueda de su dócil presa.   

          Así que, en estas condiciones de estrés social, se les hace imposible a los caraqueños cumplir con el confinamiento impuesto. Como vemos, no hay opción para tenerse al resguardo de contagios y estar al propio tiempo alejados de la necesidad y el hambre. En sus casas que ya muchas acusan ruinas, no es viable lavarse las manos y cocinar los alimentos, porque carecen del servicio de agua y gas. Comer de forma regular sería posible si contaran con la fortuna de tener una despensa provista de géneros comestibles, porque por lo regular, carecen de ellos, bien sea por la estreches de recursos económicos, o por no encontrarse en los mercados productos más básicos. El problema de fondo de este estado de cosas, es la existencia de una terrible hiperinflación que el pasado año 2019 fue de 9.585%, según el B.C.V. También la hiperdevaluación condiciona a no dudar, lo que debe adquirir con lo que puede comprar. Desde hace décadas se viene desmantelando el aparato productivo en el que se incluye la agroindustria, lo que dio lugar a una espeluznante alza de los precios que presionó el salario de los caraqueños hacia su total contracción, pese habérsele suprimido al bolívar ocho ceros con la excusa de protegerlo, llamándolo pomposamente, bolívar “fuerte” y después  “soberano” Ni uno ni otro adjetivo, han servido para quitarle a los caraqueños la ansiedad o la arruga en el entrecejo, seguido de una palabrota, cuando deben pagar las de compras de sobrevivencias, porque las de “shopping” ya no es posible. Esta son las cosas de la cual nada se dice y tampoco son consideradas en las alocuciones diarias del gobierno. Las únicas medidas anunciadas, son la que pone en vigencia la suspensión del pago de los servicios de telecomunicaciones y el de alquileres. Puras patrañas, porque en el caso afortunado que se tenga servicio eléctrico para encender la televisión, si está vencida la cuota del cable, tendrá que ver las mentiras de los canales del gobierno de señal libre, porque las empresas privadas de televisión y telefonía, dentro de la mayor indolencia con su responsabilidad social, suprimen el servicio. Vi en una cadena farmacéutica muy conocida, una inmensa cola de personas que me hizo pensar en la pandemia. No era para adquirir medicinas o mascarillas, sino para cancelar el servicio de cable y hacer un tanto más llevadera la claustrofobia social impuesta, viendo la televisión o chateando por su celular, esto último también dependiente de esas empresas de servicio. Lo mismo debe acontecer con los que tienen el supuesto diferimiento del pago de alquiler. En síntesis, estamos en este renglón en una absoluta indefensión, pero tomando debida nota de las mentiras oficiales vespertinas.

          Hemos asomado en algún punto de estas líneas, que no hay interlocución con los responsables de imponer la cuarentena, puesto que su interés es no hablar con la verdad que está en las en las cosas, o como decía Hegel, en el intelecto. En el caso de nuestra ciudad, es curioso que la verdad sobre la realidad, haya encontrado refugio en el etéreo mundo virtual de la Internet, en el de las redes sociales que es una suerte de tierra de nadie donde todo el mundo busca abrevarse la sed, cuando siente necesidad de encontrar sentido a algo. La prensa libre e independiente también hizo mudanza a esta tierra de nadie, no sólo por la censura, sino que, a consecuencia de ella, fue castigada cerrándole la posibilidad de adquirir el indispensable papel para las impresiones de los periódicos. Así fue como migró la prensa escrita a la plataforma digital. Entonces, en estos años de desinformación y propaganda, habrá que zambullirnos en un denso océano de opiniones e informaciones de la Internet, con la advertencia para el caso que nos ocupa, que su contenido no siempre está debidamente acreditado y, por tanto, sólo es candidato a la verdad. La saturación en desinformación con falsos positivos del gobierno y de quienes los apoyan; el sensacionalismo con el que manejan nuestros eventos algunos órganos de la prensa internacional y canales de noticias en YouTube, los chats de los ciudadanos que actúan de forma emocional, etc., son ciertamente problemas que estorban, si no son bien seleccionados y analizados críticamente para saber con propiedad, cómo están las cosas con la pandemia y las intenciones que tiene el régimen con su manipulación a los ciudadanos.

          Como la teoría de la conspiración del Covid-19 aún se maneja como una posible y lamentable verdad, las miradas de soslayo al régimen chino siguen siendo inevitables. Muchos en este sentido han sido los artículos de opinión conocidos en Caracas por vía digital; como es lógico, tales opiniones partieron las aguas de la credulidad, según las preferencias de agudeza de criterio o la simple simpatía política. Sin embargo, aquí no quiero nadar en esas aguas tan turbulentas y oscurecidas. No soy especialista en estos enredos de conspiraciones y dogmatismos políticos. Prefiero ir a nadar en aguas más tranquilas y menos profundas, para seguir viendo como el caraqueño común busca respuestas a su angustiada y menguada hora cuarentenaria, si vale la expresión. 1

          Siguiendo la premisa de la tierra de nadie del mundo de la Internet, así como la honda crisis existencial y social en la que se hayan sumidos los caraqueños, he de centrarme figurativamente en El pensador de Rodin, porque esa es la imagen que prevalece al momento de ver al caraqueño hundido en su preocupación en estos días de estrés social. Sobre la anhelada noticia, por ejemplo, de una vacuna contra el Coronavirus, se han visto en las redes infinidades de noticias que van desde pronunciamientos de connotados centros de estudios científicos, la hasta la inopinada recomendación de brujos, pasando por el ingenio de los humoristas que no dejan pasar la ocasión para sus chanzas. Los caraqueños prendan su atención a todos esos contenidos, pese a que el gobierno, vende como hecho cierto y comprobado, que la hidroxicloroquina usada para la malaria, es el único tratamiento clínico efectivo contra el Covid-19 porque fue “demostrado” por los cubanos. Sin embargo, también recomiendan ampliamente el clorofón, cuya única virtud, es el de ser elaborado, casualmente, también en Cuba. Para los casos de prevención, siguiendo la línea revolucionaria, el gobierno ordenó editar miles de ejemplares, del que no hemos visto el primero, del libro chino Manual de Prevención del Covid 19. Maduro como principal promotor de contar mentiras, recomendó desde luego en cadena nacional, recetas caseras extraídas de la más rancia tradición de la medicina milenaria china; es decir, la preparación de bebedizos y menjurjes a base de la mezcla de malojillo, limón, pimienta negra, miel y el infaltable jengibre. Así que nos hallamos prisioneros de nuestra incredulidad, como única y verdeara medida de prevención. Ante semejante y abrumadora intoxicación de engaños gubernamentales y mareo de las redes sociales por la saturación que provocan, lo mejor será esperar más temprano que tarde, el inminente triunfo de la ciencia. 
  
          Otro aspecto de la escena que buscamos ilustrar del estado de ánimo del caraqueño, es cómo lidian con el confinamiento social. En las barriadas populares de las distintas parroquias de Caracas, es casi imposible que acaten esa restricción. Ya hemos hecho mención sobre los inconvenientes mayúsculos que padecen las familias caraqueñas, cuando se ven en la disyuntiva o dilema de decidir entre terminar víctimas de la inanición en sus hogares, o ser contagiados por ese asesino invisible en las concurridas calles durante las tempranas horas de la mañana. Entonces, ¿cómo es el día a día de la incertidumbre?  Sin duda se toma con entereza, pero sin extremar las precauciones de seguridad que no van más allá del uso de un improvisado tapaboca. Los chistes sobre el tema de la pandemia que circulan por las redes, ayudan a mitigar la dura realidad; los chismes y conversaciones baladíes, son otros recursos que, sin saberlo, operan como eficaces terapias a los atormentados espíritus. En el interín, habrá que apurar el paso de la incursión por las calles, porque están sometidas a restricciones de toque de queda a partir de las cuatro de la tarde. Dependiendo de las imprescindibles diligencias a realizar, ese día deberá madrugar a fin de atenuar la falta de transporte para la movilización; invocar al olvidado santoral caraqueño, es una buena idea para conseguir el milagro de trasladarse al lugar de destino; la falta de gasolina y el costo de los pasajes, son dos razones poderosas que hacen difícil lograr montarse en una de esas escasas y destartaladas camionetas o autobuses de servicio público. Además, ha de concientizarse en caso de conseguirlo, que no irá sentado y mucho menos cumpliendo con el distanciamiento social. Será un viaje azaroso y embutido con muchas personas que tienen la misma necesidad y llevan similares preocupaciones. El sistema del metro, no es opción porque antes de la pandemia estaba desahuciado para operar comercialmente, pero el gobierno para disimular esta situación por todos conocida, dice utilizarlo solo para personal esencial pensando en la salud de los caraqueños, porque deben viajar en el sistema sin ningún confort sino en condiciones sofocantes. Algo que, a todo sentido común, lo disuade de su uso. 

Hemos llegado, si fuese el caso, al mercado, da igual que sea municipal o un establecimiento de chinos, portugueses, libaneses o criollos. Por lo común, el precio de los productos es un enigma, por lo general, que ha de resolverlo un susto o un disgusto, cuando lleguen a la registradora o quien esté encargado del cobro. Sobre la premisa de la hiperinflación, tendrá el caraqueño que irse acostumbrado a pagar con dólares y no con los “desoberanizados” bolívares que ya no sirven ni siquiera como referencia de precios. Socarronamente, ahora los que venden lo que sea, hablan de verdes para cobrar de igual modo lo que sea. Hasta el mismo gobierno hace cálculos en divisas para el cobro de los aranceles tarifados a los que nos tienen condenados, sin importar la patria y la soberanía de la que se creen un estandarte viviente. En fin, las caraqueñas, siendo o no amas de casa, ven a diario menguar sus posibilidades para garantizar la alimentación de sus hijos y entorno familiar; están resignadas a llevar a sus hogares menos víveres de los necesitados, que pasarán a ser faltantes para la dieta diaria. Muchos caraqueños ya perdieron la memoria gustativa, mientras que, a otros ésta los tortura cuando invocan el recuerdo de algún sabor placentero que degustaba con frecuencia. Salió del radar de sus posibilidades, por así decir, toda exquisitez que antes era posible por el esfuerzo del trabajo honrado y fatigoso.  Ya tienen claro que se alimentan mal, pese a una permanente y feroz lucha con los abultados precios de la inflación promovida por un gobierno inepto, los excesivos beneficios que reclaman los estafadores, avaros y toda la cauda de personajillos logreros y abusivos que nunca sienten saciar su codicia, a costa del prójimo sin importar su condición social. En el mercado de Catia de la parroquia Sucre, todos los días con excepción del lunes, es un hervidero de gentes de ir y venir a lo largo de las avenidas trasversales. Allí puede decirse no existe el coronavirus, sino la inquietante necesidad económica de conseguir, vanamente, alimentos a precios menos costosos. En el mercado de Quinta Crespo al sur de la ciudad, la escena no es distinta a la que nos ofrece el oeste en Catia. El retrato de George Washington que aparece en el billete de un dólar, es lo que anhelan llevar los afligidos parroquianos, so riesgo de ser acusado de 'proimperialista' 'pitiyankee' y 'traidor a la patria'. 

          El regreso a los hogares no es como se cree, una operación proporcionalmente a la inversa. Las caraqueñas llevan a cuesta la pegajosa u obsesiva idea de llevar el virus a la casa y la preocupante certeza de no haber adquirido lo básico o indispensable para sobrevivir 24 horas más de cuarentena. Al cumplir con el protocolo de seguridad de despojarse del tapaboca, dejar los zapatos fuera, cambiarse la ropa usada en la faena que deberá dejarla al sol; tendrá luego el inconveniente de no poderla lavar, como tampoco asearse las manos copiosamente con jabón. El agua falta como también el detergente, para completar lo que recomienda el sentido común y obligan las normas impuestas por la cuarentena. Es muy posible, si hay niños, que estén a la expectativa de alguna golosina con su arribo a casa. Deberán pensar muy bien cómo salir de ese compromiso, para evitar un llanto o algún trauma en ellos. Además, existe la posibilidad que se declaren en rebeldía y se nieguen, cosa que se comprende, a ver las supuestas clases de nivelación por el canal “de todos los venezolanos”. Después esas abnegadas caraqueñas, deberán poner a prueba su ingenio una vez más para que, en las próximas horas, aparezca en la mesa familiar un almuerzo que, para las circunstancias, más bien parece otro milagro. El tormento se renovará en el curso de pocas horas y no tendrá la escusa que se fue la luz, que no hay gas o se terminó la comida. En la sociedad igualitaria comunista, no hay atenuantes ni escusa alguna que valga. Todos debemos sufrir excepto los felices líderes revolucionarios y sus leales colaboracionistas. 

Las trasgresiones de los caraqueños 
a su inmovilidad:
¿Rebeldía popular o inopia social?


          La interrogante expuesta en estos términos, no tiene una sola respuesta, aunque su planteamiento como problema, sea absolutamente pertinente. Hemos dejado sentado que las violaciones de los derechos constitucionales a la sociedad venezolana, ha sido una práctica constante del régimen mediante el uso de la violencia. Esta situación se agravó, reiteramos, con el decreto de excepción del mes de marzo que impuso una cuarentena a la población al estar exenta de toda medida social compensatoria que hicieran posible el acatamiento, sin los evidentes daños colaterales como la satisfacción al derecho a alimentación y los servicios públicos básicos. En el parcial acatamiento de esta medida en Caracas, habrá de observarse, por una parte, el carácter un tanto irreverente de los caraqueños; y por la otra, el interés del régimen en formar una suerte de religión de Estado, donde todos deben hacer plegarias revolucionarias para la atención y solución de sus problemas. En la realidad no existe articulación ni consenso entre ambos aspectos, puesto que lo primero, corresponde a la valorización que hacen los caraqueños de su libertad y rebeldía; mientras que lo segundo, nos impone de unos intereses políticos inviables del régimen, que sólo podrían prosperar si los caraqueños fuesen un pueblo sin conciencia y memoria histórica; esto es que padezcan los rigores de la inopia social. No es el caso.

          Cuando se dio comienzo a la cuarentena por la pandemia ya los caraqueños se encontraban al borde de la tolerancia, respecto a las confiscaciones progresivas de sus conquistas y reivindicaciones como pueblo. La crisis de gobernabilidad con sus secuelas negativas, había terminado por cerrar las puertas que le habían dado acceso al caraqueño al bienestar en tiempos de la democracia. Ahora la revolución reclama nuevos sacrificios al pueblo como lo son la renuncia plena a su libertad, lo que contempla desde luego el confinamiento, sin el menor asomo de reclamo de sus derechos ciudadanos, por más básicos y elementales que estos sean para garantizar su sobrevivencia. Lo que trata de imponer el régimen, es una cuarentena sanitaria y un confinamiento ideológico, donde no medie la protesta ni el más mínimo desacuerdo. Sin embargo, una de las formas de protesta en contra de estas pretensiones del régimen, quizás está mayormente exhibida en el comportamiento de los caraqueños en las redes sociales. La burla en sus variados matices que va desde socarronas a las más irónicas e incisivas chanzas, convierten de alguna manera la imagen del gobierno y sus principales voceros, en asunto de risas, desprecio y repudio. Por lo común, los sitios y horarios establecidos en la excepción, son en cierto modo trasgredidos por gentes que circulan por las calles y lugares de la ciudad. Reiteramos que esto no forma parte de una acción coordinada o concitada, pues muchas de las personas hacen presencia por la vía pública llevadas por diversos motivos como la de ganarse la vida en trabajos informales, pese el haberse perdido muchos de estos oficios en los últimos años; otras en cambio los mueve la curiosidad y simplemente el mal vivir en procura de resolver el día. También están los que protestan, como son los casos del personal médico y demás profesionales de la salud; vecinos organizados y personas indignadas, expresan asimismo su descontento o desacuerdo de forma espontánea por alguna medida que repudian. También cuentan los temerarios y los indiferentes que han organizado fiestas independientemente de su condición social; tal vez la más conocida por las redes sociales, sea una realizada en la Isla de Los Roques por hijos de enchufados (la 'coronaparty') que tuvo repercusión en Caracas, porque al parecer repitieron su farra en la ciudad y fueron detenidos  en flagrancia los prestatarios del servicio , mostrándolos en videos por sus captores, como una suerte de trofeo de la eficacia policial, pero además como advertencia de los peligros que ello implica: No obstante, en muchos lugares populares citadinos, se replicó la transgresión, producto posiblemente de las malas  acciones que pueden conducir en los jóvenes los prolongados encierros sociales, lo que  da lugar entonces  a posibles excesos en el consumo de alcohol  y  drogas. 

           Cuando cae la noche en la ciudad en estos momentos de cuarentena sanitaria y encerrona ideológica, la soledad y oscuridad parecen colonizarla. Nuevamente el temor se hace presente sólo en los dominios de algunos grupos represivos. Entre los confinados habitantes, no pocos estarían dispuestos a arriesgarse furtivamente a echar un pie, soltar una cana o cometer alguna fechoría. Hay otros en cambio, su mayoría, que tienen disposición en prestar ayuda al necesitado y piensan en los que están allá afuera, aquellos que tienen situación de calle por diversas razones. Se piensa también en los enfermos, que no necesariamente se encuentra bien cuidado en algún hospital “centinela” o que padecen en sus casas por la falta de alimentos y de esperanzas.  No los detiene -reiteramos- el miedo al contagio, tampoco ser víctima de una detención represiva por algún organismo policial o militar. Lo único que puede atarlos a sus hogares, es el sueño valiente de verse libres de la opresión, que sería además emanciparse de todos los males que se han enseñoreado en la ciudad, incluyendo el asesino invisible del Covid 19. A nadie se le ha ocurrido prender la cruz del Ávila en señal de plegaria a una interdicción del Señor, que nos ampare a todos los caraqueños de tantos males juntos. Pese a todo, saben perfectamente que no basta rezar como dice una canción de Alí Primera, que tanto tararearon los revolucionarios de ayer y maldicen los de hoy.

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1- Recomendamos ampliamente el artículo del talentoso periodista Álvaro Montenegro, Apostrofes en el Diario El Universal de fecha 19/04 del corriente año. En el podrá enterarse de algunas informaciones sobre la teoría de la conspiración y las solicitudes de explicación que están exigiendo algunos afectados. También es interesante conocer quiénes son los que aportan grandes sumas de dólares a la O.M.S. como los Estados Unidos y el filántropo Bill Gates; pero además se revela que uno de los países más tacaño en tales aportes es la China donde precisamente se centran las sospechas de conspiración. Véase: http://www.eluniversal.com/política/67995/apostrofes. Véase también: el polémico artículo de Patricia Janiot “Disculpas Póstumas” donde expone sus comentarios de cómo fue y se trató la pandemia en Wuhan, epicentro del covid-19 en el mundo. 


Por Guillermo Durand G. 
VI Cronista de la Ciudad.

Catia el 24 de Abril de 2020  durante el confinamiento por Covid-19 
Creditos: Publicado por Radio Caracas Radio y Antonio Ledezma en Twitter, el 26 de Abril de 2020

Dos lados de Caracas confrontan en Coronavirus de manera diferente
Creditos: CGTN America

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