LA DELPINEADA: FRANCISCO DELPINO Y LAMAS, 'EL CHIRULI DEL GUAIRE' Y LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS ANTIGUZMANCISTAS DE CARACAS EN 1885

    Quince años habían transcurrido desde que el Gral. Antonio Guzmán Blanco, había tomado el poder tras el triunfo de su Revolución de Abril. Hasta entonces nada al perecer se interponía para ensombrecer la gloria del Ilustre Americano, título más preciado con el que sus aduladores no escatimaban ocasión para invocárselo en medio de las más risibles genuflexiones, cosa que el General exigía como la más mínima y elemental cortesía de respeto y admiración hacia su persona. Pese a ello, muchos otros pensaban que algo debía hacerse para desinflar el ego del caudillo que se encontraba flotando como el globo aerostático que había surcando el cielo de la apacible ciudad que ahora los caraqueños llamaban “El París de un solo piso.” Así con tal propósito en los salones y pasillos de la universidad, frente al mismísimo Palacio Federal y la estatua de “El Saludante” de por medio, los estudiantes comenzaron a urdir un plan brillante que los hacía verse sosteniendo en sus manos, la afilada aguja que clavarían al engreído orgullo del régimen personalista del ausente caudillo. El punzante, incisivo e irónico humor juvenil universitario, fue el instrumento para confabularse entonces en la charada de un supuesto homenaje a Don Francisco Delpino y Lamas, mejor conocido como El Chirulí del Guaire, en el teatro Caracas de la esquina de Veroes. Este evento pasaría a los anales de la historia pintoresca de la ciudad como la Delpineada; es decir, una velada para burlarse de Ilustre Americano, usando de excusa a Francisco Delpino, poeta ramplón y mediocre del barrio el Guarataro de la parroquia San Juan.

    Para entonces, el Gral. Joaquín Crespo fungía como el sustituto de turno de Guzmán Blanco en la presidencia de la república, pero también como el albacea de la reputación y gloria del caudillo. Delpino y Lamas, por su parte, se creía así mismo el genio de los vates de la ciudad (así era como se les llamaban a los poetas entonces), pese a la contraria y unánime opinión expresada por los caraqueños. En consecuencia, la 'Delpineada' no es otra cosa que el irónico contraste entre los humos de grandeza del Gral. Guzmán Blanco con los de Don Francisco Delpino y Lamas; el uno ostentando los títulos del 'Ilustre Americano' y 'El Autócrata Civilizador'; el otro los remoquetes de 'El Chirulí del Guaire', 'El Cantor del Caruata' y el 'Arrendajo de San Juan'. Ambos egos surgidos de la farsa de estos dos personajes muy parecidos físicamente, serán desnudados simbólicamente por los estudiantes universitarios y la juventud antiguzmancista en el Teatro Caracas en la tarde de 14 de marzo de 1885. La casa del drama y la comedia, no podía haber sido mejor elección para un acto en donde, a ciencia cierta, no sabemos de estos presumidos personajes, quién representa el drama y cual la comedia.

    Francisco Antonio Delpino, había nacido en Caracas en 1837 posiblemente en la misma casa que habitaba en el barrio El Guarataro. Había combatido según se afirma en la Guerra Federal bajo las órdenes Leoncio Quintana, de quien emularía los extraños bigotes que portaba. Los otros datos del 'Chirulí', es que trabajaba en una fábrica de sombreros y se acreditaba así mismo talento para componer versos y poemas. Hízose fama de lunático con unos versos extrañísimos que los compiló en un trabajo que llamó metamorfosis. Sus distintos apodos casi todos referidos a cantos de pájaros lugareños, hubo de ser de la invención irónica y burlesca de sus contemporáneos, pero seguramente de su total y complacido consentimiento. Algunos datos lo muestran una persona alta y enjuta que llevaba una hirsuta barba con la cabeza embutida siempre en una chistera o sombrero de copa. Al decir de todos, Delpino era lo más parecido al Gral. Guzmán Blanco. Sin embrago, debe atenuarse un poco de esta comparación, puesto que en los diversos retratos que se conservan del Ilustre Americano, su aporte personal más bien lo caracterizaba un porte distintivo y arrogante. Una descripción un tanto adulante de este mandatario la dejó Alirio Diaz Guerra en su libro Diez Años en Venezuela (1885-1995), en los siguientes términos: “Guzmán Blanco poseía un porte elegante, aristocrático, erecto; sus facciones, de perfil clásico, revelan estirpe noble; entre las multitudes sobresalía por su talla y por su aspecto dominador”1 Pero si ciertamente era difícil establecer inequívocos paralelismos físicos entre Guzmán y Delpino, no pasaba lo mismo con relación a las semejanzas encontradas en sus egos personales, pese a gravitar sus vidas en orbitas separadas por una galaxia.

    En la tarde del día de Santa Florentina 14 de marzo de 1885 el teatro Caracas hallábase colmado de gestes embriagadas por unas risas contagiosas. La congregada muchedumbre se encontraba expectante a la llegada del Chirulí del Guiare. Los organizadores del “fausto evento” entre los que se contaba Manuel Vicente Romerogarcía, Lucio Villegas Pacheco y Francisco caballero, habían hecho conducir al excéntrico vate en una enjaezada carroza desde el mismísimo barrio del Guarataro hasta las puertas del abarrotado teatro. Aplausos, más risas y vítores, precedieron y sucedieron la entrada triunfal de Don Francisco Antonio, quien, por lo visto, era el único que no se enteraba de la charada. Vestido de elegante traje y su infaltable sombrero, esta vez uno de lujo que hacía combinación con su frac Don Delpino, hubo entonces que descubrirse la cabeza y dejar traslucir su naciente calvicie haciéndole al público una reverencia en señal de saludo. De inmediato y sin que cesara el alboroto, se impuso el protocolo leyendo el programa alusivo a la apoteosis y presentando las delegaciones de unos países que nadie en su vida había nunca escuchado o sabido de su existencia. Así en la medida que iban nombrándose las extrañas naciones, se incorporaban de sus asientos sus ficticios representantes diplomáticos que vinieron trajeados para esa ocasión acompañados de sus emplumados tricornios. Para ponerle más sal y pimienta, hablan en francés, catalán, italiano, español del siglo XV y el puntilloso inglés; un apócrifo Tomasso Giovanni y un impostor gringo bajo el supuesto nombre de John M. Picking, en ofrenda al Chirulí, lee un extraño poema: “The Guaire Wabler” (El Pájaro del Guaire). En fin, se exalta la supuesta labor poética del autor de la metamorfosis, escrita en medio de su enajenación mental. Algunos poetas caraqueños, entonaron versos y declamaron al homenajeado. La velada chusca y bufona tuvo siempre el propósito de ser un acto político antiguzmancista, que sirvió de telón de fondo a la presentación de una charada ciertamente humorística, pero además cruel desde el punto de vista humano a la figura enajenada, díscola o lunática de Francisco Antonio Delpino y Lamas quien desde hacía mucho tiempo había desdoblado su identidad en tres supuestos talentosos cantores poéticos; estos son, reiteramos: 'El Chirulí del Guaire', 'El Arrendajo de San Juan' y el 'Cantor de Caruata'. La corona de laureles, para ser colocada en sus sienes, premeditadamente más grande para que cayera en sus hombros al no sujetarse a su cabeza fue hecha de las hojas de sauces de las riberas del río Guaire, como siempre se acostumbró en Caracas para hacer arcos y coronas triunfales; pero don Francisco se la imaginaba de otro lugar más remoto y más apropiado a su mente nebulosa que urdía enmarañados y enrevesados versos para las ninfas del Guaire o del Caruata, a las que siempre dedicó ora el Chirulí y ora el Arrendajo, sus cantos poéticos.

Todos los organizadores de la velada fueron a parar a la cárcel por orden del presidente Crespo y llevada a efecto inmediatamente por los cancerberos de un régimen que apenas le quedarían tres años en el poder. Fue de la prodiga y creativa pluma de Pedro Emilio Coll, donde salió este relato para abonarlo a la historia pintoresca de nuestra ciudad, titulado La Delpineada y otros temas. De este testimonio han surgido todas las versiones conocidas de este curioso y divertido episodio caraqueño. Quizás detrás de toda esta historia de la Delpineada, encontramos nuevamente la moraleja atribuida al Gral. Carlos Soublette cuando sentenció en una obra de teatro dónde se le ironizaba: “La república no se perderá porque el pueblo se ría de su gobernante. La república podrá perderse cuando el gobernante se ría de su pueblo” Hoy la república de Venezuela está más que perdida mientras su gobernante ve un pajarito que le habla. Saquen ustedes sus conclusiones.


1 Citado por Arturo Almandoz en: “Las tarjetas de Guzmán Blanco” en Prodavinci.com. 07/08/2019.


Pájaro que vas volando

Sentado en su rama verde,

Llegó cazador, matote. ….

Más te valiera estar duerme. ….


Don Francisco Delpino y Lamas,  'El Chirulí del Guaire'

Guillermo Durand G.

VI Cronista de la Ciudad.


FUENTES CONSULTADAS:

ALMANDOZ, Arturo. Las Tarjetas de Guzmán Blanco. Prodavinci.com

SANOJA HERNANDEZ, Jesús. Los Carnavales: Antología por Jesús Sanoja Hernández. Caracas, publicaciones de la Universidad Central de Venezuela.


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