EL VI CRONISTA DE CARACAS: MEMORIA DE UN BALANCE DE GESTIÓN A LA CIUDAD EN 2020

Caracas, 04 de enero de 2021.


EL VI CRONISTA DE CARACAS:

Memoria de un Balance de Gestión a la ciudad en 2020.

 

Ha finalizado un año sumamente complicado para la ciudad y sus habitantes por las implicaciones de una horrenda y criminal crisis política y la aparición de una pandemia, el Covid 19, cuyos estragos siguen su mortal curso por todo el mundo. Ambas situaciones tuvimos que encararlas a un tiempo en una total y absoluta indefensión, lo que motiva en afirmar que, de algún modo, fuimos protagonistas de una gesta como las que afrontaron en el pasado, con templanza y decisión, desaparecidas generaciones de caraqueños.

El suscrito de estas líneas, desde luego se mantuvo atento a estas indeseables situaciones, sin perder por ello la motivación de seguir difundiendo los resultados de sus investigaciones históricas sobre la ciudad. En tal sentido, y antes de referirme a los pormenores de esta presentación de cuenta a la ciudad por segunda ocasión, debo agradecer la gentileza de todos aquellos que mostraron interés por nuestro diario trabajo, especialmente los suscritos y lectores de nuestro blog; a los portales o páginas específicas que existen sobre la ciudad, como, por ejemplo: Caracas en Retrospectiva II, Caracas Inolvidable, Caracas Siempre Caracas, Caracas de Siglo a Siglo y Mi Bella Caracas entre otras, cuyos administradores se encuentran atentos a nuestros temas, replicándolos en ciertas ocasiones en sus respectivos espacios digitales. Al propio tiempo, agradezco inmensamente el respaldo de la Asociación de Cronistas Oficiales de Venezuela (ANCOV) por intermedio de su presidenta, la Doctora Victoria Fuentes y el apreciado colega Heraclio José Narváez, (Cronista de la Asunción), reconociéndome públicamente como el único Cronista Oficial de la ciudad de Caracas. Por último, quisiera hacer extensivo este reconocimiento, al talentoso periodista del Diario El Universal, Álvaro Montenegro Fortique, quien siempre ha tenido la cortesía de referirse sobre algunos de mis temas en su extraordinaria columna “Apóstrofes” que constituye sin duda un lugar obligado para actualizarse sobre los más relevantes acontecimientos políticos en el Mundo y nuestro país de una forma precisa y siempre elegante. En síntesis, es ese manifiesto respaldo o simpatía por nuestro blog, el que nos motiva y obliga a seguir adelante, tratando en lo posible de llenar las expectativas o interés, de todos aquellos que se siente atraídos cada vez que ofrecemos un tema de nuestro interesante y complejo pasado histórico.

El saldo para el año que culminó podría cuantificarse indicando la publicación de dieciocho (18) artículos; sin embargo, lo relevante está en sus contenidos que de alguna forma intentaron dar respuestas a las situaciones más inquietantes que sobresaltaron la “tranquilidad” de los caraqueños, así como al interés que muestran por el pasado de la ciudad, lo que es un indicio muy positivo de que sigue intacta la conciencia histórica, y en consecuencia, el invalorable espíritu crítico. En este sentido, he de iniciar estas líneas apartado de las tribulaciones que nos azotaron, dándole prioridad a asuntos de mayor sosiego y satisfacción, para luego concluir con el tema de la crisis económica y sanitaria que nos afectó sin pausa a lo largo del año. Hace justamente un año presenté por este mismo medio la primera rendición de cuenta de mi gestión a la ciudad, en un informe que llevó por título:” El VI Cronista de la Ciudad: Un balance de su gestión 2019” Hoy tengo la satisfacción de hacer entrega de una segunda memoria con los mismos propósitos que animaron al precedente. Así en nuestro segundo artículo del año que culminó 2020, posteado el 03 de febrero, titulado: Me ocupo el Honor: Los Niños y la conciencia histórica: El caso de los de Los Flores de Catia” trata del abordaje de un tema del cual pude persuadirme, que la mejor cantera con la que cuenta el futuro para preservar los valores históricos de un pueblo, son precisamente los niños. A ellos debe dirigirse mayor atención a su educación y hacerlos participes de la importancia que encierra la historia, cuando esta se entiende como el resultado de haber esclarecido la verdad de lo acontecido, y no como mentiras ocultas en una propaganda política oficial. A mi juicio, eso es lo que cotidianamente viene ocurriendo en la ciudad, con el interés es desvincular a los niños de sus raíces e identidad, para forzarlos a creer en falsos ídolos y mitos para desalentar el espíritu crítico que comienza a crecer en ellos desde sus inicios en su vida escolar. Debe formarse un ciudadano con criterio propio, y por tanto, ajeno a ideologías castrantes del género humano, como es la que se ha intentado imponer desde el alto gobierno y particularmente la Alcaldía de Caracas, en su afán de presentarnos una nueva versión de la historia de la ciudad en formato truculento, maniqueo y anestesiante, para despojarnos de nuestros valores históricos y culturales que nos hicieron auténticamente caraqueños. En la mente de los niños de los Frailes de Catia, el gentilicio del viejo barrio caraqueño, parece estar a prueba de invasiones ideológicas indeseables, no así la historia de la ciudad.

En concordancia con lo antes señalado, podríamos referirnos al artículo que publicamos el 25 de septiembre relacionada con la casa del Libertador en la céntrica esquina de Las Gradillas, que llevó por título: “La Casa del Vínculo de Las Gradillas: La única morada de Bolívar en Caracas” Pese a la cacareada propaganda política de la Alcaldía de Caracas de haber “rescatado” la Casa que perteneció a Simón Bolívar, pudimos comprobar que dicha mansión ya había desaparecido a mediados del siglo XIX, cuando Anacleto Clemente Bolívar, sobrino del Libertador, vendió la propiedad al doctor Modesto Urbaneja, quien la transformó en locales para el comercio, tras una profunda intervención de lo que quedaba de la vieja y original edificación. Un nuevo cambio de dueños se registrará a comienzos del pasado siglo XX, cuando la propiedad pase a manos del hombre de negocios José Mendozza, cuyos herederos harán construir en los inicios de la década de los años cincuenta del mencionado siglo, dos edificios de oficinas con los nombres de Víctor y José Mendozza, respectivamente, que son los que pueden verse en la actualidad. Un viejo local entre ambos edificios, que funcionó por muchos años como una heladería, fue lo que expropiaron e intervinieron, para hacer creer que esa era la Casa del Vínculo que perteneció al Libertador, y que hoy hacen llamar ridículamente, “La Casa del eterno retorno”. Casi a diario la Alcaldía de Caracas, hace desfilar ante ese monumento a la mentira, a decenas de escolares haciéndoles creer que esa es la casa del Libertador que fue “rescatada” por la revolución del oprobioso sistema capitalista que la destinó a tan indigno destino de una heladería. Debe quedar bien claro que se trata de un aborrecible maniqueo de nuestro pasado por gente ignorante y sin escrúpulos. El 18 de mayo apareció el ensayo: “La Delpineada: Francisco Delpino y Lamas, El Chirulí del Guaire y los estudiantes universitarios antiguzmancistas de Caracas en 1885” En esta ocasión quisimos mostrar la peculiar y díscola figura de un vendedor de sombreros que se ganó un puesto en la historia de humor contada por nuestros costumbristas. Se trató del Chirulí del Guaire que, sin saberlo, se prestó para la mordaz burla de los estudiantes universitarios hacia la figura del poderoso Gral. Guzmán Blanco, que hicieron en el teatro Caracas una apoteosis al supuesto talento poético de Francisco Delpino. La moraleja del asunto consistió no en el parecido físico de los burlados, sino en la semejanza que tenían en sus delirios de grandeza.

Con motivo de la Canonización en el Vaticano de la insigne figura del Doctor José Gregorio Hernández, posteamos un breve ensayo biográfico, dando cuenta de la importancia que tuvo para la ciudad de Caracas, haber contado con este histórico personaje comprometido con la ciencia, Dios y los pobres. Esas tres cualidades de alguna manera y resumidamente, las exhibimos en el artículo que publicamos el 22 de junio bajo el título: “El Doctor José Gregorio Hernández: Santo en Caracas y Beato en Roma” Seguidamente el día 6 de julio, tuvimos el honor de prestar nuestro espacio al acucioso investigador sobre nuestro teatro Oscar Acosta, quien en un muy interesante video, nos ofreció la historia del primer teatro que formalmente fue construido en el país y que fue conocido como el Coliseo de Caracas. Este video lleva por título “El Primer Teatro en Venezuela: El Coliseo de Caracas” el cual fue de la mayor acogida por los seguidores de nuestro Blog y demás redes sociales.

En el mismo mes de julio, hicimos entrega de un ensayo alusivo al 453 aniversario de la fundación de la ciudad, que conocemos desde mediados del siglo pasado como el Día de Caracas. En esta ocasión titulamos el ensayo publicado el día 24 como: “El Día de Caracas: Una tradición histórica que celebrar” En este sentido nos centramos de alguna forma en la historia de nuestro gentilicio; es decir, caraqueño. Para ello dimos un repaso de lo que significó el Día de Santiago como fiesta celebrada cada 25 de julio a lo largo de todo el régimen colonial, lo que no fue acicate para que nos llamásemos santiaguenses. Con la instauración de la república en el siglo XIX, pese a la sustitución del orden antecedente, muchos símbolos coloniales de la ciudad no desaparecieron sobre todos los asociados con su heredad como el escudo, pendón y otros objetos de interés histórico que fueron exhibidos en el marco del centenario del Libertador, tanto en una exposición en el antiguo convento de San Francisco como en el museo bolivariano.

Llegada la transformación urbana de la ciudad en la cuarta década del pasado siglo XX, un grupo de intelectuales vinculados a las más diversas disciplinas del saber, viendo cómo en la ciudad iban desapareciendo los viejos vestigios coloniales e incluso decimonónicos, se apresuraron visionariamente a rememorar el día de la fundación de la ciudad cada 25 de julio, realizando exposiciones en el Museo de Arte Colonial de la esquina de Llaguno y el de Ciencia Naturales; conciertos en el Teatro Municipal y muchos eventos más. Con la promulgación de la primera Ordenanza de Defensa del Patrimonio Histórico por el Concejo Municipal de Caracas que además creó el cargo oficial del Cronista, se inició una época inédita en la defensa y conservación de nuestro patrimonio histórico. Es en ese contexto que el primer Cronista Oficial de Caracas, Enrique Bernardo Núñez, sabiendo interpretar el interés manifiesto de los grupos intelectuales por la historia de la ciudad, aludidos, auspició la celebración aniversaria de la fundación de Caracas de forma oficial como el Dia de Caracas en julio de 1946. Hasta hace bien poco se desconocía cuando se había iniciado la nueva remembranza del Dia de Caracas hasta que pude precisarla tras una exhaustiva investigación ya publicada.

El festejo del Día de Caracas ha sido despreciado por las autoridades municipales a partir del año 2012. Esa fue la razón de por qué no hubo celebración cuando la ciudad arribó en el 2017 a sus 450 años de fundada. El suscrito, en esa oportunidad, con mucha antelación, había hecho la advertencia a la presidencia de la Cámara Municipal sobre el magno aniversario, e incluso dirigió oficios a todos sus miembros. En dicha misiva se daba cuenta de un minucioso programa festivo elaborado por el suscrito, como incluso, el indicar que para la fecha tenía concluido tres investigaciones históricas sobre la ciudad. La respuesta oficial fue ignorar al cronista y el magno aniversario, al punto que ni siquiera hubo una sesión ordinaria en memoria de la fecha fundacional. En una palabra, el actual Concejo Municipal del Municipio Libertador y la Alcaldía de Caracas, tiene un desprecio absoluto por la historia de la ciudad y para ello idearon el repudiable proyecto denominado “La descolonización del pensamiento” creyendo ilusoriamente que sustituirán con consignas políticas ideológicas resentidas, la interesante y compleja historia de la ciudad que se encuentra arraigada en la conciencia e identidad de los caraqueños.

En concordancia a nuestra labor patrimonial, debimos dar respuesta a un inusitado evento acontecido el 22 de julio en la Plaza de Las tres Gracias ubicada en la parroquia San pedro, tras haberse talado los viejos y emblemáticos sauces llorones de la plaza por cuadrillas de la Alcaldía de Caracas. Todo fue estupefacción y rechazo por parte de los parroquianos y la ciudadanía toda ante aquel brutal acto. El suscrito, haciéndose solidario con aquel rechazo ciudadano, buscó colaborar con un ensayo que editó en el blog con el título: “Horror en la Plaza Las Tres Gracias: El desprecio oficial por la caraqueñeidad” Es así como resumimos parte de la historia de ese edén de sosiego que representa la Plaza de las Tres Gracias, inaugurada en 1946 cuando ya comenzaba a tomar forma la urbanización de Los Chaguaramos. El proyecto fue realizado por el arquitecto catalán Josep Mimó Mena, con el auspicio del mecenas cultural, Armando Planchart. El monumento fue obra del afamado escultor italiano Pietro Ceccarelli en 1927 y corresponde a una bella copia de la obra “Las tres Gracias” de Antonio Canova (1757-1822). Además de esta hermosa escultura, la plaza contaba con cipreses que algunos afirmaban por diversos medios que eran los que exornaban el Cementerio de Los Hijos de Dios demolido en los inicios de los años cincuenta del pasado siglo. Como siempre este crimen al patrimonio quedo impune al ser enterrado por las falsas promesas de las “exhaustivas” investigaciones.

El 24 de octubre nos avocamos a responder a la renovada arbitrariedad de la Alcaldía de Caracas, se seguir en sus intentos de cambiar nuestra historia usando para ello una maniquea e interesada versión de los hechos del pasado de la ciudad. Llevados por la arrogancia del poder, una vez más cambiaron el nombre de la autopista Francisco Fajardo, que es la principal arteria vial de la ciudad, por la de Guaicaipuro. Para ello mancillaron la figura de Francisco Fajardo y al padre de este del mismo nombre, acusándolos de “burgueses” y asesinos de indios y negros en su obsesión de hacer creer que la verdadera historia de Caracas, es la que pretenden imponer con el odio y la mentira. Ignorando todas las evidencias conocidas que contundentemente le dan el protagonismo histórico a Fajardo, como el primer mestizo venezolano que alcanzó notoriedad antes de la existencia de la ciudad, no tuvieron empacho en sustituir el nombre de Fajardo por la de Guaicaipuro. La idea es confrontar con el propósito de intentar demoler, inútilmente, la memoria histórica de la ciudad. No obstante, todo quedó en un escueto articulado en la Gaceta Oficial, puesto que en la realidad sigue imperando el arraigo de esa memoria y los caraqueños continúan llamando a la autopista, Francisco Fajardo. Por cierto, ya es momento de erigirle un monumento al mestizo margariteño como el que le hicieron a María Lionza en la misma autopista a la altura de la Plaza Venezuela. El artículo en cuestión fue publicado en esa oportunidad bajo el título” La Historia de Caracas: ¡Expropiase!, Fajardo y Guaicaipuro: ¡Confróntenlos!”

El 24 de noviembre dimos a conocer a nuestros lectores y seguidores, un ensayo que nos llevó de satisfacción, en el entendido que algún conocimiento debimos trasmitir sobre un tema que solo lo conocemos anecdóticamente. Nos referimos a los arrieros de Caracas que conformaron unos abnegados trabajadores con los no menos infatigables animales de carga, para cumplir con el indispensable papel de abastecer a la ciudad de todo género necesario para la subsistencia, como también el trasiego de bienes agropecuarios producidos en las haciendas y hatos de la periferia de Caracas. Así que desde los más tempranos tiempos coloniales cuando los encomenderos conquistadores debían desempeñar este rol, hasta la formación propiamente de grupos independientes que ejercerán profesionalmente esta actividad, dejaron un legado de subida importancia que no pudo ser fácilmente sustituido, hasta que la sociedad acusó signos de progreso técnico en el transporte de bienes y el Estado robusteció sus recursos con la expansión de la actividad petrolera hacia la segunda década del pasado siglo XX, que hizo posible el transporte masivo de mercancías campo ciudad, al construir una red de eficientes caminos carreteros como también vías férreas. Este ensayo fue posteado en el referido 24 de noviembre como: “Los Arrieros de Caracas: aproximación a una redención de los olvidados de la historia” De las actividades de estos arrieros, se nutrió en buena medida el refranero popular cuyas sentencias siguen usándose en nuestros días con el mismo significado que se le atribuyó hace cientos de años, como, por ejemplo, “bájate de la mula”. También se ganó tempranamente un puesto en las viejas ordenanzas municipales y la historia económica sus referencias son más que abundantes. Los últimos arrieros de Caracas casi todos eran vecinos de Las Pastora y del desaparecido barrio de El Teque y San José donde tenían amplios corrales para el pastoreo de sus fieles jumentos o acémilas; es decir, burros y mulas de carga. Su desaparición no sólo corrió a cuenta de los cambios tecnológicos o de desarrollo que experimentó la ciudad, también por el despojo de sus tierras de pastoreo donde guardaban sus fieles y consecuentes animalitos.

Durante las pasadas pascuas nos ocupamos de rememorar la tradición de la navidad en Caracas, planteándonos un cuadro histórico de usos y costumbres navideñas. El trabajo lo denominamos: “La navidad en Caracas: Pasado y futuro de una tradición” El título así concebido, se hizo expresamente para llamar la atención sobre los factores que en la actualidad entorpecen el albedrío del espíritu de la tradición navideña, por razones obvias, que no viene el caso mencionarlas. Aclarado el punto trazamos el camino desde la aparición más remota de las fiestas pascuales localizadas en la medianía del siglo XVII cuando se hace practica las misas de aguinaldo y las parrandas llenaban de alegría las estrechas calles de la ciudad, hasta la aparición paulatina de los pesebres, primero hecho de marionetas, expuestas como espectáculo en los corrales de las casas particulares, para luego o más tarde cambiar a la modalidad de representaciones de nacimientos en vivo. El auge del ensanche, por así decir, de la tradición navideña, será en el último tercio del siglo XIX cuando se incorpore nuevos elementos a las fiestas de pascuas, tanto en los aspectos gastronómicos como el de los rituales en los hogares caraqueños. En este sentido se hizo presente la cena navideña y con ella la ancestral hallaca, ensalada, perniles, dulces, el pan de jamón y la ponche crema, esto último de sello caraqueño. Para el caso de los hogares los nacimientos comenzaron a alternar o rivalizar, según sea el caso, con los arbolitos de navidad y sus complementos que introdujeron las familias de comerciantes extranjeros radicados en la ciudad de mediados del siglo XIX; también fueron los tiempos del llamado cañonazo como señal del abrazo de felicitaciones y las tarjetas de navidad y las visitas como paseos por toda la ciudad. Ya para la pasada centuria el crecimiento exponencial de Caracas, no melló la celebración pascual según la arraigada tradición. La única novedad de dicho siglo sería las patinatas y la entrega de juguetes del Niño Jesús y los Reyes Magos. La prosperidad atribuida al desarrollo económico y el disfrute del sistema democrático, auguraban larga vida a las fiestas pascuales hasta la llegada de la revolución del chavismo que parece condenó la navidad a un evento de museos. Terminamos el mes de diciembre con una nueva colaboración de nuestro apreciado amigo Oscar Acosta, con un artículo sobre la navidad y el teatro a finales del siglo XVIII cuando se presentaban espectáculos de marionetas en los corrales de las casas, evento que para el siguiente siglo se convirtió en representaciones teatrales en vivo que eran presentadas en los teatros de Maderero y Caracas, respectivamente.

Desde marzo hicimos frente a las mentiras que venía esparciendo el gobierno con respecto a las medidas que, supuestamente, se habían tomado desde el mes de abril para anular las consecuencias indeseadas de la pandemia del covid 19 en nuestra ciudad. En este particular, sólo tratamos de hacer uso de la memoria histórica, ofreciéndoles una opinión crítica sobre eventos similares que debieron confrontar pasadas generaciones de caraqueños a lo largo de toda la historia de Caracas; esto es en la colonia, la república y en los tiempos contemporáneos. Es así como dimos a conocer un primer trabajo aparecido el 9 de marzo intitulado: “Caracas y las epidemias: Un acercamiento histórico al terror en la ciudad (Tiempos coloniales)”. Aquí solo intentamos mostrar como de alguna manera el miedo estuvo siempre presente en la población en los momentos de pandemias, especialmente la viruela, lo que hacia los procedimientos terapéuticos poco confiables hasta el momento de la llagada de la expedición de la vacuna (1804-1808) y su introducción en la ciudad en 1804. Sin embargo, ello no significó que en Caracas hubiese desaparecido el pánico y los degredos. El día 6 del siguiente mes de abril publicamos un nuevo artículo referido a la temática denominado: “El Pánico en la Caracas republicana; Las epidemias del siglo XIX y principios de XX”. El planteamiento en este caso se centraba en la aplicación de medidas higienistas al existir el convencimiento “científico” que las epidemias eran consecuencias de la suciedad en el ambiente sobre lo cual existía la teoría de las miasmas. Fue el momento de las construcciones de cementerios en la periferia de la ciudad y la clausura de los existentes en las iglesias; del mismo modo fue creado el Cementerio General del Sur (1876) y el servicio de aseo urbano. Pese a ese esfuerzo, nada se logró contra la lucha efectiva del cólera morbos que tuvo espantados a los caraqueños. La peste bubónica se instalará en la ciudad en diciembre de 1908 con consecuencias terribles.

El 6 de mayo y el 17 de junio continuamos con esta saga histórica sobre los efectos patógenos contagiosos en Caracas, posteando dos artículos cuyos títulos son respectivamente: “Dos asesinos invisibles de visita en Caracas” y “Caracas pospandemia: Sin novedad en el frente” En estos ensayos dimos un repaso sobre los patógenos más recurrentes y virulentos que afectaron a la ciudad en su historia, como lo fueron la viruela, la colera, la peste bubónica, la gripe española y ahora el corona virus, trazando las terribles consecuencias que dichos patógenos tuvieron para la salud pública. En el último de los trabajos mencionados, pusimos el énfasis en la lamentable situación en que se encuentran los servicios sanitarios, bien sea por el abandono oficial de la infraestructura hospitalaria y sanitaria, como el querer suplir esta grave situación con propuestas política e ideológicas, que llevaban el propósito de ocultar la verdad a través de un sofisticado aparato propagandístico, que trata de inocular en la mente de los ciudadanos una falsa sensación inmunidad contra el virus, o bien y contrariamente, un paralizante miedo que los anulaba para seguir protestando en contra, no solo de la situación de indefensión contra la pandemia, sino por la crisis económica y social que nos hace más vulnerables a los efectos de este mortal virus, lo que constituye un delito contra los derechos humanos que nos asisten por ley. En una palabra, la pandemia sirvió al régimen para reafirmarse a través del control social, bien sea por represión o anulación de los derechos a la protesta de la población.

Guillermo Durand G.

IV Cronista de la Ciudad de Caracas

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