CARACAS, DE CIUDAD CAPITAL A VILLORIO COMUNAL: LA NEGACIÓN DE LA HISTORIA

Se ha dicho que el llamado chavismo actúa sin prisa pero sin pausa, pero como toda regla tiene su excepción, en el caso del proyecto de implantación de la denominada “Ciudad Comunal” el régimen desde el 2010 debió ponerse en modo de espera hasta el pasado 11 de marzo del presente año, cuando dieron señales de vida en este particular, anunciando la aprobación en primera “discusión” del mencionado proyecto de ley, que habrá que recordar fue derrotado en su versión ampliada en el referéndum del año 2007, cuando la sociedad venezolana hubo de repudiarlo de forma contundente, lo que impidió no prosperara en ese entonces, la idea de legitimar la propuesta de modificar nuestra Constitución para crear un Estado Comunal que no contempla el espíritu de la ley. Sabemos por otra parte, que el chavismo, fiel a su arbitraria forma de actuar, no admite derrotas y cuando ello sucede, echan mano al expediente de sancionar nuevas leyes o crear organismos inconstitucionales paralelos, para compensar sus derrotas políticas en medio de la más descarada e insana práctica del ejercicio del poder, que a falta de nombre, bien podría llamarse “política del mandarriazo” al tratarse de parciales demoliciones de la legitimidad constitucional sobre la cual se ha levantado esta nación. El propósito al parecer, no es otro que dejar en escombros la legitimidad de la república democrática y levantar en su lugar, alevosamente, lo que se le antoje, y en este caso, su terco y empecinado proyecto de “Ciudades Comunales” que solo puede existir en sus mentes delirantes. 


           No voy a intentar un análisis constitucionalista ni mucho menos de esta problemática, puesto que ni soy jurista y tampoco político de oficio, sino un historiador que por muchos años ha tenido el interés de estudiar el pasado caraqueño. Es bajo tal condición que me he preguntado: Qué vínculos puede existir entre este asunto de las “¿Ciudades Comunales” y la no menos terca insistencia del régimen de cambiar la historia de la ciudad capital, desde que llegaron al poder en 1999? No es muy notorio suponer que el chavismo ha transitado un largo camino fuera de la ley, como también mostrado un desprecio por la objetividad de la ciencia cuando trata de imponer su verdad sobre nuestro pasado. El propósito del chavismo es claro, implantar por cualquier medio un sistema político contrario a los postulados democráticos; es decir, de espalda al interés ciudadano de permanecer bajo al amparo del Estado Benefactor y garante de su libertad e igualdad en una sociedad plural, prospera y moderna. El Estado Comunitario, es pues todo lo contrario a los positivos logros que los venezolanos han alcanzado con sus luchas sociales y políticas.


         Todo esto supone, además, una desconexión de los caraqueños con su historia y su porvenir, lo que en términos reales, los situaría vacíos de conciencia histórica y privados del orgullo de llevar un gentilicio, que hubo de nacer un poco después de la fundación de Santiago de León el 25 de julio de 1567.Es decir, nos olvidaríamos que nunca nos hemos llamamos santiaguenses sino caraqueños, desapareciendo de esta manera la insignia aborigen que es el portal de entrada a lo que hemos significado en la historia.


          Lo así expuesto, puede ser entendido por los fervientes revolucionarios y sus acólitos, como incongruencias y falsedades de quien suscribe, porque justamente el chavismo ha “visibilizado” la “verdad” del pasado de la ciudad, reivindicando a Guaicaipuro y Apacuana y cuantas otras deidades se les ocurra decir, por haber encabezado, supuestamente, las luchas populares en la historia de la ciudad. ¿Pero será cierto que ahora prevalece la verdad sobre el pasado caraqueño? Como únicas pruebas a esas supuestas luchas, el régimen derriba los icónicos símbolos históricos de la ciudad y coloca en su lugar estatuas (Apacuana) o anula los nombres de personajes históricos, que creen no merecen estar en la memoria del caraqueño, como ocurrió recientemente con el de Francisco Fajardo, quien fue el primer venezolano por ser mestizo, que puso un pie en el valle de Caracas. Además, condena de falsaria a toda la obra historiográfica conocida, con algunas pocas excepciones, y al propio tiempo satura a los habitantes de Caracas, con propaganda ideológica como si fuesen contundentes pruebas legitimadoras de la verdad que proponen. Para ello cuenta abusivamente con numerosísimos medios de comunicación, así como de poderosos organismos e instituciones políticas como la Alcaldía de Caracas, Concejo Municipal Bolivariano Libertador, Centro Nacional de la Historia, Ministerio de Cultura, de Comunas y Vice Presidencias de esto y aquello, entre otros entes públicos, encargados en agitar banderas, pero nunca debatir ideas. La historia de la ciudad no se contrae a las mentiras oficiales, y menos a sólo uno de los episodios más remotos de la fundación de Caracas. Nuestra historia es densa, compleja, mestiza, cautivamente, ejemplar, prolongada y memorable. 


          La historia de Caracas lleva a sus espaldas más de cuatro siglos y medio de existencia, y como es de suponerse, desde 1721 ha sido objeto del interés historiográfico cuando José de Oviedo y Baños, publicara su emblemática obra: Historia de la Conquista y Poblamiento de la provincia de Venezuela. Le antecede el interés que manifestó el Gobernador Diego de Osorio, a finales del siglo XVI (1593) por la propuesta de un soldado, de paso por Santiago de León, apellidado Ulloa, de escribir la historia de la conquista, pero no hay pruebas que ese trabajo se hubiese realizado. Poco antes de la independencia y desde las ediciones de la Gaceta de Caracas y la Guía Universal del Forastero, ya comienzan a escribirse asuntos relacionados con nuestra historia, que encontrará posteriormente acomodo en la llamada historiografía republicana y el afamado costumbrismo criollo de todo el siglo XIX.


           He allí los comienzos de la historia escrita de Caracas que abrirá una tradición historiográfica gracias a la labor de muchos e ilustrísimos historiadores, si descontamos los aportes que en el siglo anterior, legaron los llamados viajeros que dejaron muy interesantes testimonios de sus visitas a la ciudad, como el Conde de Segur, Alejandro de Humboldt, Francisco Depons, José Luis de Cisneros y el mismo Gobernador Juan de Pimentel, quien a fines del siglo XVI, redactó la primera descripción de la aún bostezante Santiago de León de Caracas (1578). En el curso del siglo XIX, aparecerán otros ilustres huéspedes extranjeros en la ciudad, que tendrán el cuidado de escribir sobre la cautivante Ciudad de los techos rojos: entre otros, Manuel María de Lisboa, conocido como El Consejero Lisboa, Williams Duane y Robert Semple. Fue también encomiable la labor que en el mismo siglo XIX, realizaron los cronistas del costumbrismo criollo, como Arístides Rojas, Nicanor Bolet Peraza, Juan José Churión, Francisco de Sales Pérez, Eugenio Méndez y Mendoza, Teófilo Rodríguez y José María de Rojas. Esta labor tendrá continuidad en la siguiente centuria con excelentes cronistas oficiosos como Lucas Manzano, Alfredo Cortina, Aquiles Nazoa, Pedro José Muñoz, Carmen Clemente Travieso y el inolvidable Nicolás Ascanio Buroz; entra también a cuenta la tarea de los cronistas oficiales desde 1945 cuando fue creada esta figura por el Concejo Municipal del Distrito Federal, luego de sancionar, sabiamente, la primera Ordenanza sobre la defensa y protección del patrimonio histórico de la ciudad. Es decir, Caracas fue poco a poco conociéndose y comprendiéndose en sus más diversas facetas y complejidades, puesto que así lo reclamaba su condición de ciudad capital y, en consecuencia, el haberse registrado el mayor número de hechos memorables de la historia, no solamente durante la conquista y colonia, sino sobra decir, en los tiempos republicanos, sean estos decimonónicos o contemporáneos. 


          Caracas adquirió su condición de capital poco después de su fundación, al residenciarse en ella el Gobernador Juan de Pimentel y el Obispo Diego de Agreda. Fue tan temprana esta distinción capitalina, que todavía no había concluido el proceso de conquista, lo que llevó a otras ciudades que habían sido también capital de la provincia de Venezuela: Coro, El Tocuyo y Barquisimeto, no vieran con buenos ojos la distinción hecha en Santiago de León de Caracas. Si bien es cierto que dichas ciudades abandonaron el rencor prontamente hacia Caracas por no contradecir a su Majestad, en el siglo XIX se transfirió el resentimiento a las ciudades de Valencia y la alejada Maracaibo, que hubo de desistir tempranamente a esta pretensión, al emocionarse con la idea de crear una república separada de Venezuela. Caracas permaneció como capital del territorio venezolano cuando se creó la república en 1811. Solo Valencia en tres ocasiones detentó provisoriamente la capitalidad, tras momentos excepcionales de crisis históricas; es decir, en 1812, 1830 y 1858 por motivos políticos y bélicos que Caracas no estaba en condiciones de superar para entonces. La ausencia de capitalidad más prolongada de Caracas, se experimentó entre 1821 a 1830 con la creación de la Gran Colombia, cuya capital provisional fue Bogotá. Las otras amenazas fueron el pasado siglo XX, cuando el Gral. Juan Vicente Gómez, al querer alejarse de la farragosa ciudad de Caracas, se le metió en la cabeza la idea de mudar la capital a la bucólica Maracay, más cónsona con sus rusticas costumbres tachirenses. No obstante, aquello no pasó más allá de un susto y el tirano abandonó la idea permaneciendo en Maracay solo largas temporadas, despachando incluso los asuntos de Estado desde esa localidad. La última amenaza, fue a principio de la década de los ochenta, cuando el poder político constituido, fue seducido por el proyecto del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de descentralizar a la capital, que implicaba entre otras cosas, el trasladando de algunos poderes públicos a la región de los Valles del Tuy o la población de Cabruta. La idea fue rápidamente abandonada y la ciudad desempolvó la vieja figura del alcalde para volverlo al escenario político en dos niveles, el que preside, respectivamente, al Concejo Municipal y la Alcaldía Metropolitana.


          Todos los textos constitucionales de la vida republicana, han respetado la tradición histórica, iniciada en lejano pasado colonial, de reconocer la capitalidad para la ciudad de Caracas. En esas constituciones republicanas se ha ensayado, con excepciones, todo tipo de gobierno como expresión de las visiones y conductas de la clase política y más o menos los deseos del pueblo venezolano. Nunca en tan prolongado período histórico, hubo como hasta ahora, la pretensión de una elite política de hacer desaparecer la capitalidad de Caracas y conculcar la soberanía popular, en beneficio de una abstracción ideológica, extraída del pensamiento utópico comunista, que sólo promete al ciudadano el secuestro de sus libertades, el finiquito de la igualdad y la clausura de su bienestar, en razón de un nuevo orden llamado comunal, que sería la antítesis de una sociedad libre, plural y progresista. Esa es pues, lo que se puede prefigurar en un boceto aproximado que le espera al caraqueño en una ciudad comunal.


          Creo que un ejemplo histórico de “ciudades comunales” podría ser aquellas que cayeron bajo la férula del comunismo luego de la revolución bolchevique de 1917. Detrás del “esplendor” de Leningrado y Stalingrado, por ejemplo, se oculta una de las historias que mayormente ofenden la condición y respeto a la vida humana y la cultura. Pero no debemos irnos tan lejos para ilustrar los peligros que representa este “modelo” de ciudad. Pongamos por caso la ciudad de La Habana que ha permanecido por setenta años bajo la férrea dictadura castrista. La hermosura que en algún tiempo reflejó esa ciudad llamada “La Perla del Caribe” la representó su arquitectura colonial y decimonónica, como algunos atisbos de modernidad que llegaron a levantarse antes de la revolución de Fidel Castro. Hoy esa ciudad está irreconocible al mostrar un aspecto lamentable como los que deja una prolongada guerra. Esa es hoy La Habana, como también lo era antes de los años noventa la ciudad de Berlín del Este, que hubo de levantar un muro para ocultar su “hermosura” En La Habana sólo se advierten las ruinas de edificios y casas, como el acusado deterioro de los espacios públicos por donde transita las gentes sus tristezas y penas. Son los monumentos que en la historia ha levantado los sistemas comunistas; es decir, ruinas y desesperanzas, con la única excepción de las estatuas consagradas a los líderes revolucionarios en señal de un enfermizo culto a la personalidad, algo que resulta muy paradójico, cuando ese sistema se proclama el redentor de los pueblos e impulsor del imperio de la justicia social para todos.


           Pero hay más detrás de estas inequidades, puesto que debe advertirse aguas arriba, el firme propósito para la desconstitucionalización del Estado Venezolano, lo que implica que aguas abajo, desaparecerá el histórico municipio en la ciudad capital, hacedor por siglos de buena parte de nuestra historia local, en atención a las facultades que ha tenido desde la fundación de la ciudad. Es decir, nos espera una desmunicipalización sin disimulo, lo que implica que no solamente la anulación de sus legítimas atribuciones políticas; también se confiscará su historia, que es la misma de la ciudad, declarándola incluso, insisto, subversiva y peligrosa para la seguridad del “Estado comunal” Por eso no debe tomarse a la ligera su alocado y farsante proyecto de “descolonización del pensamiento” emprendido por la Alcaldía de Caracas, con el apoyo incondicional de su comprometido y obediente “cronista comunal” y el Centro Nacional de la Historia, como ya quedó indicado. Por ahora, solo han sido ridículas acciones y opiniones de asalariados en esos entes, dedicados no al estudio sino a la propaganda oficial negando nuestra historia, pero temo que, con la implantación de la “ciudad comunal”, será de un modo distinto. Este asunto de la desmunicipalización es una amenaza seria que socavaría los cimientos de la república y su soberanía democrática, y por tanto, debe encararse con decisión y determinación. Andrés Eloy Blanco, en un premonitorio poema, ha sabido verdaderamente interpretar con su inigualable sensibilidad, qué significa la patria en vinculación con el concepto de municipio cuando escribió: “El día que se altere la raíz municipal de la república, el mar desembocará en los ríos, estos lo harán en riachuelos, de allí ascenderán en nubes de vapor al cielo, de donde caerá una gota de agua salada al lagrimar de la patria” Este poema bien podría arrancarle un llanto a los ciudadanos, pero en el caso del régimen, una auténtica algarabía de aplausos y contentos, como se constató el 11 de marzo pasado cuando fue aprobada esta ley en primera “discusión”.

    
          La intensa labor historiográfica que da cuenta de los esfuerzos que por una parte invirtieron nuestros historiadores, y por la otra la evolución que registró la historia como disciplina científica, haciendo mucho más preciso y confiable su método de estudio en la compresión del pasado, ha resultado en una historia escrita de mayor rigor científico y puesta fuera de toda duda razonable; a lo cual el pasado caraqueño hubo entonces de beneficiarse en un mayor conocimiento. Este proceso, sin duda alguna, fue vigorizado y amplificado cuando la ciudad arribó a sus cuatro siglos de existencia (1967) y fue festejado el Cuatricentenario de su fundación. En este sentido y con mucha antelación el Estado, las instituciones públicas y privadas, pero especialmente la del Concejo Municipal del Distrito Federal, centraron su interés en dejar su impronta en estos festejos. La municipalidad por ser la primera autoridad civil de la ciudad, sirvió de anfitrión principal de aquella apoteósica celebración en julio de 1967. Fue en este marco de reconocimiento y regocijo por el Cuatricentenario de la capital, cuando se amplificaron y profundizaron notablemente los estudios históricos de la ciudad de Caracas, lo que demuestra que los caraqueños si tenían una profunda devoción por su ciudad y sobraban las mentes talentosas para emprender tareas y proyectos en beneplácito del pasado caraqueño en todos sus sentidos. Caracas podría decirse, fue sometida no solo al escrutinio de iluminadas mentes, también fue colmada de los afectos más sensibles que son capaces de anidar en los corazones de talentosos artistas de variadas disciplinas, como también del caraqueño común que siente interés y orgullo de su gentilicio. 


          Da la impresión que este régimen se cree que los caraqueños seremos abducidos por sus propuestas ideológicas, para luego reinsertarnos a la realidad sin ningún referente de memoria histórica, además de querer dejarnos obnubilados e indiferentes, ante los desastres que han de profundizar en Caracas cuando la metamorfoseen en una comuna. Eso no va a pasar. El fracaso de cambiar el sentido y contenido de nuestro pasado, es más que evidente, aunque piensen que lo hecho hasta ahora, ha sido todo un éxito. Solo basta preguntarle a cualquier caraqueño, quién es Apacuana o cómo se llama la autopista del Este de Caracas, para averiguar cuán inútil es su ideologizada “descolonización del pensamiento”. Esto quiere decir entonces, que los cálculos en materia de adulterar la verdad del pasado de nuestra ciudad, han sido hasta ahora, nulos e inocuos, pese a sus inicuos propósitos. Es por esta solida razón que podemos afirmar, contundentemente, que la ciudad comunal en Caracas, no tiene ni la más remota posibilidad de concretarse, puesto que carece de conexión con la conciencia histórica de los caraqueños y los arraigos a su gentilidad, que son la esencia de la identidad que hemos moldado y sustanciado a lo largo de nuestra historia. 

Guillermo Durand G.
                                                                                                        VI Cronista de la Ciudad.

 

No es Caracas, sino uno de los tantos lugares ruinosos de la ciudad comunal de La Habana, donde el tiempo parece detenido desde 1959. Foto de J Z en Unsplash.



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