LA PERTINAZ SIN RAZÓN: LOS NUEVOS SÍMBOLOS DE CARACAS

 

La pertinaz sin razón:

(Los nuevos símbolos de Caracas)

En este enojoso asunto del cambio de los símbolos históricos de la ciudad, encontramos dos versiones. Una referida a la saña, el engaño y la falsa ilusión de “redención” que contrabandeó entre los ciudadanos, la propuesta oficial, forzando un matiz de pertinencia y legitimidad a semejante arbitrariedad. El otro, es la verdad del pasado sobre el origen y la permanencia del Escudo de Armas de la ciudad de Caracas como tradición histórica. Con respecto a lo primero, desde las instancias oficiales se planteó la supuesta inexorabilidad de unos nuevos símbolos históricos patrimoniales para la ciudad, como si se tratase de un reclamo a voces de la historia y los caraqueños, que va a permitir el “resarcimiento” de injusticias en el pasado cometidas contra las poblaciones autóctonas y negras esclavas, a propósito de los tratos dados por los conquistadores y luego los colonizadores a los indicados sectores sociales; sobra decir, los que el régimen denomina “invisibilizados”. Según el maniqueo argumento oficial que soslaya la importancia del mestizaje, la historia para nada se ha ocupado de estos temas, pero además hacerlo les sería imposible, en el entendido de afirmar con rotundez, que los vestigios culturales de unos y otros, fueron irreversiblemente borrados durante aquellos ignominiosos tiempos. En este sentido, no nos podemos entonces explicar la existencia de trabajos de etnología, antropología, arqueología y otras disciplinas afines, donde el tema central son precisamente esos “invisibilizados”. Dichos trabajos aparecidos cuando menos a partir de la segunda mitad del pasado siglo XX, dio lugar a que algunos autores de izquierda gozaran de prestigio académico, entre otros: Miguel Acosta Saignes, Rodolfo Quintero, Federico Brito Figueroa, Mario Sanoja, Marcial Guedes y Emilio Mosonyi. Debo añadir, además, que los estudios universitarios como los muchos proyectos que llevaron a cabo los referidos investigadores, se debieron exclusivamente al amparo de las políticas que el Estado en el período democrático, emprendió en la modernización del aparato educativo desde los escolares llegando a los universitarios en todos sus niveles.

En las dos primeras décadas del presente siglo, no es posible gozar de esas bondades, puesto que la revolución puso en marcha un plan de desmantelamiento, de todo el aparato educativo y formación científica que, con todas sus fallas, brindaba una buena preparación profesional. El ultra dogmatismo revolucionario, busca imponerse con la supuesta “descolonización del pensamiento.” Esto quiere decir, que no sólo debe cambiarse la historia con nuevos paradigmas sustraídos de la mentira para encandilar el entendimiento del pueblo, usando en parte el expediente del odio social. También es extensivo a todo aquello que vaya contra esos principios obtusos y segregativos, aunque tengan el crédito del método científico de las diversas disciplinas del saber. Es por ello que hoy no hay relevo generacional en las universidades, porque sus profesores e investigadores, en buena proporción, se han marchado del país, y los que quedamos, se nos truncó la carrera por falta de recursos para los proyectos de investigación, así como el de detentar sueldos indignos o miserables. El propósito es vaciar al pueblo de todo pensamiento crítico y sustituirlo por la ilusión de pertenencia, de inclusión, de justicia y un futuro promisor impulsado por la revolución. La venganza está consumada contra la historia. También nadie puede equivocarse, porque pensar distinto sin consultar las instancias de la censura, es muy peligroso. Pongamos, por ejemplo, el caso del excelente profesor Esteban Emilio Mosonyi, seguidor del chavismo, quien fue depuesto de su cargo de rector de la Universidad Experimental Indígena, por haber hecho declaraciones públicas donde manifestaba su desacuerdo con el proyecto del Arco Minero del Orinoco, que ha resultado un desastre ecológico sin parangón. El suscrito de estas reflexiones, fue apartado de su cargo de cronista oficial de Caracas, al discrepar entre otros asuntos, sobre el cambio de los símbolos, lo que dio lugar a una jubilación ilegal y sobrevenida, por parte de los sujetos que integraban la cámara municipal en el año 2018, violentando el ordenamiento legal vigente sobre la permanencia de los cronistas, que solo puede proceder por una ausencia absoluta en el cargo; es decir, muerte, renuncia o pérdida de derechos ciudadanos, algo que en mi caso no podía aplicarse.

No quisiera abusar del tiempo de los amables lectores, pero es insoslayable citar parte de las apreciaciones sobre esta compleja problemática, expuesta por la investigadora Elizabeth Manjarrés Ramos de la Universidad de Salamanca (Esp.), cuando al explicarnos el estado de parálisis que acusan los estudios de antropología en nuestro país, nos ilustra con precisión, cómo ello es el resultado de un plan político del gobierno que afecta a todas las instituciones científicas y las universidades públicas. Así nos dice:

“Las ciencias comienzan a promocionarse y financiarse desde el ámbito público en Venezuela a partir del año de 1959 con la creación del IVIC, este instituto en sus inicios se alineará, con los principios de la Asociación Venezolana para el Avance de las Ciencias (ASOVAC), la cual promovía la libertad de investigación y la autonomía del investigador como la forma más idónea de estimular la actividad científica (Ministerio de Ciencia y Tecnología 2005:22). Este liberalismo científico también será promovido por los Consejos de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH) de las universidades que se encargarán de evaluar proyectos de investigación en sus propias universidades (…). A partir de 1999, con el comienzo de la Revolución Bolivariana, se inicia un nuevo período para la financiación científica, caracterizado por sus lineamientos apegados a la ideología socialista (Peña 2011: 273). El gobierno estableció ciertas áreas prioritarias para el país en materia de ciencia y tecnología, y orientó los recursos de los programas de promoción científica hacia éstas. Esta medida puso freno a la libertad científica pues, temas de estudios que se encontraban fuera de las áreas prioritarias no conseguían financiación. En consonancia con estas nuevas ideas se crea en 1999 el Ministerio de Ciencia y tecnología (MPPCT); más adelante se publica el Plan Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación 2005-2030; se promulga la Ley Orgánica de Ciencia Tecnología e Innovación (2005) y se crea la Misión Ciencia (2006). Todas estas iniciativas tenían como fin suplantar las antiguas instituciones encargadas de hacer políticas científicas y promocionar una nueva ciencia estrechamente relacionada con los intereses del gobierno. La agenda política se superpuso a la agenda científica y la direccionó de forma tal que la ciencia se convirtió en un vehículo de propaganda política (Rangel 2008). Un análisis actual de las redes sociales del MPPCT demuestra los estrechos vínculos ideológicos entre la ciencia que se financia con fondos públicos en Venezuela y el socialismo del siglo XXI (…). Todo ello implicó la reducción de la financiación a las universidades y centros de investigación tradicionales, y el protagonismo de nuevos creadores de saberes no vinculados a los métodos de la ciencia occidental (…). Las nuevas políticas científicas no solo son criticables por su sesgo ideológico, sino también por la ausencia de mecanismos de transparencia y la falta de auditorías en el uso de los fondos (García, Silva y Ramos 2018). Un caso que ejemplifica el mal uso es el deterioro del Centro de Investigaciones Arqueológica de Taima Taima, al cual le fueron asignados cuantiosos recursos para su construcción y mantenimiento en el 2005 pero nunca llegó a edificarse (…) (Riera 2017). La nueva carta magna [1999] les consagraba [a los pueblos originarios] por primera vez su derecho a la diversidad cultural, educación y sus tierras ancestrales, su derecho a la salud y a tener organizaciones económicas y políticas propias, etc. Este reconocimiento legislativo es una de las herencias positivas del período bolivariano; sin embargo, después de 19 años de haber sido proclamados, la ejecución de los mismos es materia pendiente. En el plano real el deterioro de los pueblos originarios es palpable, especialmente en la zona del arco minero de Venezuela”

Este es el espeluznante panorama donde encuentra explicación, más no justificación, la aprobación de los nuevos símbolos históricos de Caracas. La ley de ciudades comunales nos previene que el caso de Caracas, será replicado sin anestesia a cuanto ciudad y pueblo esté en nuestro territorio, lo que quiere decir que el problema es de todos los venezolanos. Ningún funcionario con poder de concejal o alcalde, permitirá quedarse fuera de aplicar estas arbitrarias medidas, por más ciencia y método que tenga por oposición. Esto no es un asunto académico, sino de atropello de una ideología con sesgos no democráticos. Es por ello que no voy a referirme a las absurdas afirmaciones que se hacen en descrédito de los elementos que forman el Escudo de Armas de la Ciudad, que son expuestos con sarcasmo y mucha ignorancia. Lo único que, si me creo en el deber de aclarar a estos “redentores” del pasado caraqueño, es lo referido a la supuesta ola “justiciera” de derribar o retirar en todas partes, estatuas del descubridor del llamado Nuevo Mundo, que han interpretado los teóricos del chavismo, como una manifestación “sacrosanta” iniciada en la ciudad, cuando tumbaron la estatua de Colón Paseo de Los Caobos e hicieron desaparecer otra en el Parque de El Calvario, calificando ambos desmanes, de heroicos y pioneros. Les aclaro que fue el Padre de Las Casas, el indiscutible protector de los indios en el siglo XVI, quién promocionó que el Nuevo Mundo llevase el nombre de Colón y no el de Américo Vespucio. Pero les doy este dato, el debate sobre este asunto se abrió a fines del siglo XVIII, y fueron los dos hombres más UNIVERSALES nacidos en la ciudad de Caracas, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, quienes abogaron por asignarle el nombre de Colón al Nuevo Mundo, puesto que el de América lo entendían como una injusticia a sus méritos excepcionales. Es por ello que Miranda llama Columbeia a su proyecto libertario de América y a su atesorado archivo personal; mientras el segundo, Bolívar, uso ese mismo nombre para su Mega Estado que creó en 1819; es decir, Colombia. Les pregunto: ¿Son indignos esos actos de admiración de estos ilustres caraqueños por el Almirante del Mar Océano? Allí les dejo eso. 3

Aclarado el punto, ahora me referiré a lo que atañe entonces a los componentes del nuevo escudo, aprobado el pasado 13 del mes de abril de forma subrepticia, al simular una supuesta consulta de forma extemporánea, pues sospecho que ya todo estaba hecho y decidido de antemano. Pese a que se afirme que el nuevo escudo está sujeto a cualquier crítica, más bien lo dicen con el afán que le otorguen toda suerte de alabanzas, como si se tratase de una obra maestra del mismísimo Renacimiento. Es por ello que, en sus declaraciones, saturan de elogios al autor del escudo llamado Omar Cruz, cuya mayor virtud es ser consumado revolucionario, así como el haber realizado una versión de la Batalla de Carabobo para infantes (Qué se dirá en ella). Su inspiración no parece muy original al colocar en el cuartel central de su escudo, las esfinges de Bolívar, una esclava y un indio, orientados hacia la izquierda, que hace recordar a los viejos posters de propaganda política soviética donde aparecen Stalin, Lenin, Marx y Engels en idéntica posición. Debajo está está el Cerro El Ávila, pero en obedecimiento a las pautas del supuesto concurso, le colocan Guaraira Repáno, que escriben con W por su obcecación de cambiar todo. Luego a los lados, está las espigas del bledo Caraca, aunque el nombre se debe es a las etnias que habitaban el valle y con el cual los conquistadores designaron el lugar donde emplazaron a Santiago de León. Esto se incluyó como una supuesta ofrenda al nombre originario que llevamos los caraqueños. Debo recordar que la principal etnia asentada en el llamado Valle de Caracas o de San Francisco, fueron los Toromaimas, que son precisamente los que deben ser objeto de un merecido homenaje, como lo planteé infinidades de veces siendo cronista oficial. Ese bledo o planta, no le dice nada a los caraqueños, pues en su imaginario está solo un pueblo indígena que creen son los Caraca sin el plural.4

En la parte inferior del escudo hay una de las mayores “inspiraciones” originales de su autor, a criterio de los teóricos oficialistas: una estrella roja de cinco puntas (a semejanza del símbolo más prominente de China, su bandera nacional). Hubiese sido más creíble si la compararan con la estrella de Belén y no afirmar que se trata de los cinco dedos del proletariado, cuando yo pensaba que era el doble por las dos manos que llevamos. Además, como son muy “inclusivos”, también afirman que cada punta de la estrella, representan los cinco continentes, con los que sueñan tener alguna vez bajo el dominio comunista. Asimismo, justifican este enrarecido símbolo en el escudo, porque a alguien se le ocurrió usar esa estrella como emblema oficial de la alcaldía de Caracas hace algunos años. En lo referente a las orlas con las fechas históricas a la izquierda de la estrella, se encuentran la de 1810 y 1811, justificando que la primera es la declaración de Independencia, cuando corresponde en propiedad a la creación de la Junta Conservadora de los Derechos del Rey Fernando Séptimo, el 19 de abril de ese año, mejor conocida como Junta Suprema de Caracas; y la del 5 de julio que, si es la Declaración de Independencia, pues la firma vino después. A finales del siglo XIX (1881) Martín Tovar y Tovar inmortalizó la idealizada escena de la firma del Acta de Independencia en su afamado cuadro al que llamó El Constituyente, a pesar que ya en 1838 también había hecho lo propio Juan Lovera. En cuanto a la orla del lado derecho, no podía faltar el luctuoso 27 de febrero de 1989 que se conoce como el Caracazo y otros le dicen el Sacudón. Está comprobado que tal suceso tuvo su origen en las localidades de Guarenas y Guatire y que luego se proyectó sobre la capital con los lamentables resultados que todos conocemos. Por último, se quiere sacralizar los sucesos del 13 de Abril de 2002, cuando Chávez y su gobierno fue depuesto por un efímero golpe de Estado. El mito que desean enaltecer es que volvió al poder únicamente por la reacción del pueblo que actúo a su favor. Ese día y los sucesivos no hubo levantamiento popular, aunque si manifestaciones cerca de Miraflores cuando todo estaba controlado. Se alude a las estrofas de nuestro himno nacional “seguid el ejemplo que Caracas dio” como a la representación de unas cadenas rotas, apelando a los sentimientos de patriotismo que tenemos los venezolanos, como si se tratase de un efecto automático de legitimación de esa propuesta de escudo. Esto se refuerza con la espada de Bolívar a la izquierda, sobre la cual parece estar el enigmático pajarito de Miraflores y en el derecho una lanza que no debe ser la del General Páez, donde parece posarse una guacamaya tricolor. En lo referente a la nueva bandera, solo se me ocurre decir es que ello es materia de exorcismo por ser un simbolismo nigromántico o espectral, a lo cual no tengo opinión por ser un católico apostólico practicante.


Guillermo Durand G. VI Cronista de la Ciudad.

 

Uno de los tantos posters de propaganda política soviética por la tercera década del pasado siglo XX, comparado con el recientemente impuesto escudo de Caracas.

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1 Llama poderosamente la atención que los Escudos de Armas de La Habana (1634), Buenos Aires (1649 y 1852), México D.F (1523) y Lima (1537), se encuentre intactos como señas de identidad, pese a la orientación de izquierda de sus respectivos gobiernos.

2 Elizabeth Manjarrés Ramos. “Entre la precariedad y la resistencia. Características de la antropología venezolana en las primeras décadas del siglo XXI” en: Gazeta (sic) de Antropología. 2020. Véase todo el artículo.

3 Naudy Suárez Figueroa. “Colón, Miranda, Bolívar y el Día de la raza: La mestiza” En: Venezuela Real (información y opinión). Véase también: “Nuevo mundo mundo nuevo Arturo Uslar Pietri, selección y prologo José Ramón Medina; cronología ensayística Horacio Jorge Becco_ Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. HTML”.

4 Véase Guillermo Durand. “El caraqueño, historia de un gentilicio” En: Clío en Caracas.











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